Cuba: Confieso que soy cubano

Confieso que soy cubano

CUBA... VILTIPOCO10000: SEPTIEMBRE 13 DE 2010...

Por Pedro González Munné

Biznieto y nieto de catalanes, soy producto de mis padres cubanos, pero mi herencia sembró en mí la soberbia y el hambre insaciable de aventura en cada vuelta de esquina y en cada cadera morena, sabiendo mis huesos y sangre que sólo el trabajo, la familia y la voluntad pueden llevarte hasta la cima, siempre con una meta mayor, con un sueño que te impulse al futuro y la esperanza de la fe.

La Revolución lo cambió todo. De bitongos pasabas a guapo, o perecías. La familia y los amigos se fueron al Norte, mi Padre preso y la realidad cambió, de juegos y parrandas, a consignas y marchas. Al Fidel de todos los días en la televisión, en los uniformes milicianos en las calles, en las consignas en las paredes, en las voces de los negritos recién mudados al barrio.

La brújula se revolvió y la escuela ya no era diversión, novedad, sino reto y acoso: del inglés pasaste al ruso y negarse a aprenderlo se convirtió, de burla pueril, en consecuencia de estado de sitio. Hasta que miles también lo negaron, y entendí el precio de compartir principio, integridad y fe.

El tiempo todo lo cambia, no hay nada como un día tras otro. El paisaje se transfiguraba, nuevas caras y ambientes aparecían, pero las enseñanzas de los mayores se probaron: trabajo, familia y voluntad.

José Martí me daba ideales, Hemingway aventuras y Machado poesía. El amor, primero un juego, devino prueba política, espina voraz, pues detrás del embrujo moro de sus ojos, su melena oscura y su piel de seda, se hartaba la obediencia.

Confieso, le cogí el gusto a la rebeldía, al disfraz de apatía, los placeres escondidos, los libros prohibidos: pero me salvó la poesía.

Comencé por escribirle a ella, a su treta mendaz, a su disfraz de niña, a su fe pura en lo increíble y terminé siendo parte de todo, en el trabajo en el campo, en los talleres literarios, en los círculos martianos, hasta donde la valla de la intolerancia nos separaba.

Siempre una mujer ha sido faro de mis días. Te fuiste y no pude seguirte, porque la Universidad era sólo para los revolucionarios y caí enfermo, de muerte pensé, yo que nunca había visto un hospital desde adentro aunque sí tenía ración de cárceles con mi padre y mi tío, y le prometí a Dios: "Si me salvo, quiero verla feliz y poder, volver a ser lo que siempre fui, hijo de mi padre, sangre de mi estirpe y recuperar mi hambre de éxito, mi fe, mi país...."

En dos semanas, me dieron el alta, una Comisión de militares vino al instituto y se nos pidió ser estudiantes de la nueva universidad, abierta ahora para todos, no sólo para los comunistas, con el precio de ir a cortar caña para la zafra.

Nunca olvidaré tu cara, ya curado de ti, cuando me viste en la Universidad y me preguntaste: "-¿Qué haces aquí?" y le contesté con mi pelo largo prohibido a lo Beatles, jeans azules y una camisa verde: "Periodismo, como tú..." y seguí mi camino.

No fue fácil, pero fui periodista, tuve cuatro premios nacionales en Cuba y trabajé en la televisión nacional, siendo católico y nunca comunista, hasta que el extremismo me convirtió en emigrado por decisión y exiliado por decreto.
Confieso, soy cubano, fidelista y no creo en el comunismo: soy, la mejor prueba de que la Revolución existe y es el futuro.

Pero esa, esa es otra historia.

Waldo Darío Gutiérrez Burgos
Descendiente del Pueblo de Uquía – Omaguacas
Editor de Viltipoco10000 y Director de Cer-Omaguaca
“…"Ustedes los blancos presumían que éramos salvajes... Cuando cantábamos nuestras alabanzas al Sol, a la Luna o al Viento, ustedes nos trataban de idólatras. Sin comprender, ustedes nos han condenado como almas pérdidas, simplemente porque nuestra religión era diferente de la vuestra. Nosotros veíamos la Obra del Gran Espíritu en casi todo: el Sol, la Luna, los Árboles, el Viento y las Montañas; y a veces nos aproximábamos de Él a través de ellos: ¿Era eso tan malo?...”

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