¿Cómo se escribe la memoria de un
barrio?
Por Diego Carballido
04/04/2022
En el barrio
Coronel Aguirre de Villa Gobernador Gálvez un grupo de docentes se propuso dar
respuesta a esta pregunta. Junto con vecinos y vecinas del lugar llevaron
adelante una experiencia que denominaron “Taller de Historia Popular”.
Utilizando como disparadores algunas fotografías, escritos, objetos o
simplemente los recuerdos, comenzaron a reconstruir la historia de las últimas
décadas de un barrio atravesado, como tantos otros, por los principales
fenómenos sociales y políticos que acontecieron en nuestro país.
Preguntarse cómo
se escribe la historia de un barrio es preguntarse también quién o quienes
deciden escribirla. Cuáles son los hechos que serán recordados y cuáles
quedarán decididamente archivados en el arcón de los olvidos, generalmente, es
el resultado de la tensión que subyace a la pugna por la memoria colectiva.
Pensar en una forma de construcción de la historia “desde abajo” fue lo que
convocó a un grupo de docentes del barrio Coronel Aguirre, en Villa Gobernador
Gálvez, a realizar lo que denominaron “Taller de Historia Popular”.
Una serie de
encuentros entre vecinos y vecinas del barrio reunidos con el ánimo de
recuperar experiencias ancladas en la educación popular y la pedagogía de la
liberación; como por ejemplo los talleres de la Universidad Popular de
Avellaneda, los trabajos con mujeres en las ciudades de La Plata y Berisso y
los workshops elaborados por grupos marxistas británicos. “Se
recupera la idea de realizar (la historia) junto con y
no para” los sectores populares, aseguran desde la
organización de este taller dictado por primera vez el pasado 19 de marzo,
abierto para toda la comunidad de Coronel Aguirre en el Centro Cultural y de
Derechos Humanos “Oscar Medina”.
En este sentido,
Mercedes Castro, docente de historia y una de las gestoras de este espacio
explica que “la idea fue empezar a armar algo que no sea la historia
institucional del barrio”. Castro asegura que, si bien valoran el trabajo
realizado por las y los historiadores de la zona, fueron encontrando que casi
no existía un registro de la migración interna que tuvo este poblado ubicado en
la zona oeste de Villa Gobernador Gálvez. De alguna manera, para Castro, “los
barrios están desdibujados” en cuanto a cómo se fue conformando su fisonomía en
las últimas décadas.
“Si te cuentan
la historia de Coronel Aguirre, aparece efectivamente la iglesia porque es el
primer núcleo poblacional”, sostiene la docente al momento de pensar en los
lugares de referencia que tiene el barrio, junto con el club del mismo nombre,
el cementerio y el Cristo redentor apostado en medio de la avenida donde
habitualmente se renuevan las plegarias por la vida de los y las pibas que se
lleva la violencia.
A ese relato,
que contempla la gestación de estos lugares emblemáticos, los y las integrantes
del taller le sumaron la pregunta acerca de cómo se había dado la propagación y
el crecimiento poblacional. “Principalmente, la migración desde el norte de
Santa Fe, Chaco, Formosa, Corrientes, Santiago del Estero y Entre Ríos, que es
lo que conforma el grueso de la población de Villa Gobernador Gálvez a partir
de los años `60 y ´70”, agrega Castro. Cada una de estas familias trajo consigo
costumbres que luego tuvieron su correlato haciendo, por ejemplo, que géneros
musicales como el chamamé tuvieran una fuerte impronta en la zona.
Imágenes, archivos y palabras
Con la intención
de recuperar las historias de la vida cotidiana, los y las organizadoras
trabajaron sobre tres ejes temáticos: fotografías, material de archivo y el
recuerdo de los y las participantes del taller. “Empezamos a desarmar la idea
de archivo, que no es solamente el oficial, sino que en realidad todos tenemos
algo valioso para aportar”, dice Castro y agrega: “Cuando no hay objeto, fuente
escrita o visual, está también la memoria”. Así fue, que empezaron a emerger
las anécdotas que ponían en evidencia las redes de solidaridad entre vecinos y
vecinas, las producciones de los actores sociales invisibilizados y la idea de
comunidad que se fue transformando con el paso de los años.
“Empezamos a desarmar la idea de archivo, que no es
solamente el oficial, sino que en realidad todos tenemos algo valioso para
aportar”
Un volante de la
Vecinal Coronel Aguirre promocionaba un baile en la calle en los “álgidos” años
ochenta, parte del material de archivo que la familia de Castro aún conservaba
y que fue puesto en común para desentramar el protagonismo de este tipo de
organizaciones hace solo cuatro décadas atrás. “Salió otra cosa muy
interesante, porque en otra de las propagandas de la vecinal buscaban una escuela
secundaria para el barrio y entre los asistentes hubo ex alumnos y alumnas de
esa misma escuela”, cuenta Castro.
El sentido de
pertenencia existente en ese momento hizo que fueran los propios vecinos y
vecinas quienes se encargaran de hacer un relevamiento de las familias de la
zona para identificar la necesidad de fundar un establecimiento educativo que
les permitiera a los y las jóvenes no tener que viajar para continuar con sus
estudios. “La vecinal fue la que gestionó la creación de la escuela secundaria
con el aval de otras organizaciones, como vecinales de barrios aledaños,
escuelas primarias de la zona, el dispensario y demás”.
A lo largo del encuentro charlamos sobre las
relaciones de solidaridad de los propios migrantes y la tracción de sus familiares
para poder conseguir trabajo en los frigoríficos. Eso sucedió hasta que (los
frigoríficos) fueron destruidos por Menem en los ´90
Postales que
hablan de un barrio con una nutrida vida social, atravesado por una intensa
actividad industrial, principalmente frigorífica y metalmecánica, que sufrió el
impacto social y económico de la última dictadura cívico militar, en primer
lugar, y que luego fue escenario de las consecuencias negativas de las
políticas neoliberales de los años noventa. “A lo largo del encuentro
charlamos sobre las relaciones de solidaridad de los propios migrantes y la
tracción de sus familiares para poder conseguir trabajo en los frigoríficos.
Eso sucedió hasta que (los frigoríficos) fueron destruidos por Menem en los
´90”, analizó Castro.
Las huellas de la historia colectiva
El cúmulo de
testimonios que fueron volcándose a lo largo de las casi tres horas que duró
este primer encuentro forma parte de un registro que los y las organizadoras
atesoran para empezar a trazar este mapa histórico de lo sucedido en las
últimas décadas de la vida de Coronel Aguirre. Para Castro, en la mayoría de
las voces se vio reflejado “el inmenso laburo” de las y los trabajadores de la
zona para continuar con sus estudios y lograr que sus hijos e hijas también
pudieran forjarse un camino diferente a través de la educación. “El disparador
de la escuela fue buenísimo porque salieron anécdotas del tipo: sí, me
acuerdo que en el medio del barro iba tu papá con el papá de él o mi papá y mi
mamá siempre cuentan que hicieron los cimientos de las primeras aulas y
demás historias de ese estilo”.
Se recordó la
existencia de un “corredor seguro” por donde las vecinas y vecinos tenían la
certeza de poder volver a sus propias casas sin sufrir mayores sobresaltos,
“registrando, por ejemplo, que no había bombitas, porque el alumbrado público
era otro, para cambiarlas ellos mismos y hacer que sus hijos e hijas puedan
volver seguros de noche”, cuenta Castro.
Eran años,
principalmente durante las décadas de los setenta y ochenta, en que la escuela
era un lugar de referencia, no solo como espacio de intercambio de saberes,
sino también como uno de los lugares de participación colectiva donde se
discutían las distintas problemáticas que atravesaban a la mayoría de las
familias del barrio. “Durante la dictadura no había otra forma de participación
y mucha gente se acercaba a la cooperadora de la escuela por ser, de alguna
manera, una institución que nadie iba a tocar”.
“Después de la
dictadura, hubo un florecimiento de organizaciones que solían convivir a pesar
de las numerosas discusiones y lograron cuestiones como la pavimentación de
algunas calles, la concreción de la escuela secundaria o la mejora del
dispensario”, explica la coordinadora del Taller. Toda una forma de
organización que sufrió un duro impacto durante la década de los noventa donde,
según la docente, se desanudaron estos lazos colectivos y se reafirmaron frases
como el «no te metás» o «hacé la tuya» provenientes de la época de dictadura.
Durante la dictadura no había otra forma de
participación y mucha gente se acercaba a la cooperadora de la escuela por ser,
de alguna manera, una institución que nadie iba a tocar
La memoria de
quienes sufrieron las peores consecuencias del terrorismo de Estado también
estuvo presente en la persona que da nombre al Centro Cultural donde se llevó a
cabo esta experiencia. “Oscar Medina fue un vecino, militante, trabajador
comprometido con sus compañeros de clase y un orgullo porque es nuestra imagen
de la lucha por los Derechos Humanos”, con esas palabras Castro se refirió al
obrero metalúrgico y delegado sindical secuestrado y desaparecido en octubre de
1976.
No quedarse en la queja
Si bien han
cambiado los modos de vinculación entre las familias del barrio, porque también
se han complejizado las problemáticas que los afectan, Castro asegura que uno
de los motivos que motorizó este taller es “no quedarse en la queja de la
historia”. Tratar de recuperar experiencias pasadas que sirvan de guía para
pensar posibles soluciones a los problemas actuales del barrio, evitando recaer
en salidas ya probadas que no arrojaron mayores transformaciones. “Si algo nos
proporcionó este encuentro es que no podemos estar lejos de la comunidad. Si
queremos hacer una historia no podemos hacerla a contrapelo, tenés que convocar
a las familias y la escuela tiene que volver a ser ese lugar abierto donde se
generan cosas”, afirma la docente y recordó que el establecimiento Nº 1.204,
que funciona en el barrio, junto con la vecinal fueron claves en la gestión de
las redes de agua potable y gas para gran parte de las familias de los alumnos
y alumnas. “La escuela era la sede de reunión y existía una apropiación” del
espacio.
Si algo nos proporcionó este encuentro es que no
podemos estar lejos de la comunidad. Si queremos hacer una historia no podemos
hacerla a contrapelo, tenés que convocar a las familias y la escuela tiene que
volver a ser ese lugar abierto donde se generan cosas
Volver a
encontrarse, ese parece ser el desafío luego de casi dos años en que la
pandemia debilitó los vasos comunicantes en algunas comunidades barriales.
Recuperar la memoria de los espacios, rememorando las conquistas de las
generaciones anteriores que puedan proporcionar herramientas para este
presente. “Quizás sean otras las formas, no vamos a replicar lo mismo, pero
tenemos ahí un sustento para volver a beber algunas experiencias que nos
sirven, nos alimentan y nos deberían generar otros lazos posibles”, dice
Mercedes Castro.
Para la docente,
la dinámica de buscar la vinculación identitaria y los orígenes de un
determinado lugar es algo que aplica en su labor diaria. “Intento saber cuántos
años tiene la escuela donde trabajo, cómo se relacionó con otras instituciones
o si nació de una vecinal. De esa manera, que es lo mío, lo chiquito, lo
cotidiano, mucha gente hace lo mismo”. Se trata de emprender una disputa
cotidiana contra “el discurso de la meritocracia y la violencia real concreta”
que afecta a muchos de los barrios en la actualidad. “No sé cuánto vamos a
cambiar, pero algo hay que hacer y la experiencia del taller me demostró que la
gente tiene muchas ganas de hablar; eso me pareció fantástico”.
Fuente: https://www.enredando.org.ar/2022/04/04/como-se-escribe-la-memoria-de-un-barrio/