Artículos recientes

Mostrando las entradas con la etiqueta Medios. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Medios. Mostrar todas las entradas

Medios: No diga ‘fake news’, diga desinformación




Medios: No diga ‘fake news’, diga desinformación

MEDIOS… VILTIPOCO10000: ENERO 14 DE 2020…

xSílvia Majó Vázquez
jueves 25 octubre 2018

Una de las transformaciones más importantes que ha visto el periodismo desde la llegada de Internet ha sido el fin del monopolio de la producción y distribución de información. En otras palabras, el fin de la tradicional relación de los medios con los ciudadanos. Esa relación la explican los clásicos con la metáfora de la verticalidad. En un mundo pre-Internet, arriba estaban los medios, distribuyendo información hacia abajo, léase hacia los ciudadanos. Ellos (los medios, claro) controlaban los mecanismos de producción y también los flujos de información. El fin de esta relación vertical que motiva el último trabajo del que fue editor de The Guardian durante 20 años, Alan Rusbridger,  y el inicio de un esquema horizontal en el que la transmisión de información se produce en igualdad de condiciones entre la audiencia, que ha dejado de ser sólo eso, y los medios, que ya no tienen el monopolio de la información, ha supuesto el fin del periodismo tal y como lo conocíamos hace apenas dos décadas: ahora cualquier ciudadano puede jugar a la función periodística.

Las plataformas de medios sociales –en adelante, redes sociales– han contribuido decisivamente a acelerar este cambio. También las aplicaciones de mensajería que en los últimos años afianzan esta nueva relación horizontal dentro del ecosistema informativo. Por un lado, los ciudadanos, a través de sus perfiles online o de sus blogs, practican lo que en la Academia se hace llamar periodismo ciudadano. No en vano, la reducción de costes para la producción de información –que no noticias profesionales– ha facilitado enormemente que la esfera digital esté literalmente colapsada por una gran cantidad de contenidos sobre la actualidad que, a su vez, compiten por la atención del público con los de los medios. Una consecuencia muy positiva de este nuevo escenario es, sin duda, la diversidad de información que uno puede encontrar en la Red. Sin embargo, una parte importante de ella –en absoluto toda– no ha seguido los estándares básicos de verificación, que sí deben seguir los medios de comunicación. Frecuentemente, es esta información no verificada la que más rápidamente se populariza en la Red y llega a un conjunto nada despreciable de la población; varios de los estudios científicos que cito más abajo así lo demuestran.

Por otro lado, los contenidos informativos hechos por profesionales se distribuyen, en gran parte, dentro de espacios cerrados y controlados por multinacionales, en su mayoría estadounidenses, que muestran una clara opacidad cuando son preguntadas sobre los criterios que les guían al presentar las noticias a sus públicos. Las redes sociales se están convirtiendo en distribuidores decisivos que ordenan el debate público. Sobre ellas recae cada vez más la responsabilidad de determinar qué contenido informativo está o no permitido dentro de sus ‘muros’ y son las que determinan qué popularidad tendrá este contenido a través de sus algoritmos. Consecuentemente, tienen un creciente poder para determinar sobre qué y con qué intensidad se debate sobre ciertos temas en la esfera pública. 

La difusión de información falsa y los procesos de desinformación han contribuido a afianzar el protagonismo de la redes sociales en el nuevo marco de comunicación ‘horizontal’ en el que nos encontramos. Desde las elecciones de Estados Unidos en 2016, han sido innumerables los estudios que se han producido con el fin de entender la difusión de información falsa y los procesos de desinformación a gran escala que se pusieron en marcha a raíz de la campaña electoral que precedió esos comicios –aquí sólo uno de los muchos ejemplos del Oxford Internet Institute. Entre los estudios más relevantes, están aquellos que han ayudado a determinar los mecanismos de difusión de este tipo de contenido. Gracias a estudios como éstos, se ha producido también una mejora de los procesos de identificación de los emisores de información falsa y de sus campañas de desinformación. Aunque a su vez, estos mismos falsos ‘emisores‘ han aprendido a mejorar sus estrategias. Lo que nos lleva a una suerte de relación circular en la que la información falsa y las acciones de desinformación se continúan difundiendo a gran escala, a través de Internet, especialmente, de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería.

La existencia de información falsa o de falsas noticias no es una novedad que ha traído consigo Internet. Pero su difusión a gran escala sí que lo es. La distribución de este tipo de información la facilita la Red y, sobre todo, las plataformas sociales; así lo prueban los estudios que hay sobre la cuestión. En el Reuters Institute for the Study of Journalism nos encargamos hace unos meses de poner a disposición del público una bibliografía con los trabajos científicos más relevantes sobre este fenómeno y sus orígenes. Les invito a visitarla, y verán cómo este fenómeno no es nuevo, aunque sí sus dimensiones.   

El protagonismo en la esfera pública de las noticias falsas y la desinformación ha coincidido en el tiempo con el uso, cabe decir que irresponsable, del concepto fake news (noticias falsas en su traducción al español) por parte de figuras políticas y expertos de toda condición. Demasiado frecuentemente, el término se ha usado no para describir el fenómeno, real y existente, de la proliferación de información falsa y de campañas de desinformación, sino para menoscabar el prestigio de la prensa ante la opinión pública y su función esencial para las democracias. Al usarlo indiscriminadamente y, sobre todo, al hacerlo en el contexto de información con la que no se está de acuerdo, se daña enormemente la función que los medios tienen en democracia.

Los medios ejercen una función esencial para que los ciudadanos reciban información independiente sobre los poderes ejecutivos, entre otros, y para que, a su vez, éstos deban rendir cuentas por sus actuaciones ante los ciudadanos. El fenómeno de la proliferación de información falsa debe formar parte del debate público y ha de atajarse desde una perspectiva multilateral, tal y como indican los informes más recientes elaborados por organismos como la Comisión Europea, el Consejo de Europa y también la Unesco, por nombrar solamente algunos de ellos.  Sin embargo, el uso del concepto, etiqueta o –como dirían los estrategas políticos– el marco mental de fake news es claramente inadecuado para referirse él. La campañas de desinformación y la información falsa son algo mucho más complejo –muy recomendable este ‘post’ de Laura Teruel, en el que hace un repaso a los tipos de acciones de desinformación que se identifican en la red.

Esta misma semana, el director general de la BBC reconocía el daño que este término inflige al periodismo, pese a que su corporación lo ha usado frecuentemente para simplificar un fenómeno que requiere algo más de un par de minutos de televisión para ser entendido (ver también esta sección de su web). «[…] Tenemos todos la responsabilidad de inculcar confianza en el periodismo profesional», decía el director de la BBC.

Claramente, el concepto fake news hace lo contrario. «El término se lo han apropiado políticos en todo el mundo para referirse a medios de comunicación con los que están en desacuerdo. De esta forma, se está convirtiendo en un mecanismo con el que los poderosos pueden restringir, socavar y eludir la prensa libre”, afirman los investigadores Claire Wardle y Hossein Derakhshan en el documento encargado por el Consejo de Europa. Coinciden también con el director del Reuters Institute, Rasmus K. Nielsen, quien como experto ante la Comisión Europea recordaba a este organismo que el término «está mal definido, politizado y es confuso para la ciudadanía en general». La misma Comisión Europea ha mostrado su rechazo al uso de este término y su apuesta por el uso, en su lugar,  de la palabra desinformación. «La desinformación incluye todo tipo información falsa, engañosa e incorrecta que se ha elaborado, se presenta y promociona con la intención de causar un daño público o para obtener algún beneficio», dice en el documento la profesora Madeleine de Cock Bunning.

Al escuchar los políticos –e incluso periodistas y demás expertos– usar en muchos países, también en España, el concepto de fake news, me pregunto sobre las consecuencias que ello tiene al ahondar, todavía más, en el descrédito que vienen sufriendo las instituciones básicas de la democracia. La prensa lo es. Los medios tienen, por supuesto, mucho trabajo por hacer para recuperar la credibilidad y confianza que han ido perdiendo a lo largo de los últimos años. Pero son también los responsables de que podamos acceder a información imprescindible para la toma de decisiones como ciudadanos libres, o de desvelar datos y acciones de nuestros representantes públicos que, de otra forma, nunca conoceríamos –sólo por poner uno de los últimos ejemplos, véanse los ‘Papeles de Panamá’. 

Los esfuerzos de la prensa por mejorar sus mecanismos de verificación ante la constante circulación de información falsa tampoco deben pasar inadvertidos en todo este debate. Iniciativas como Verificado (en México), Comprova (Brasil), Crosscheck (Francia) o las que First Draft está impulsando ante las elecciones en India del próximo año demuestran el compromiso global de los medios con la información veraz. 

Las palabras, no les descubro nada nuevo, tienen mucho poder. Por ello, precisamente, el uso del término ‘fake news’ es irresponsable y sirve a gobiernos de todo tipo para menoscabar la función de la prensa y, en el peor de los casos, obstaculizarla seriamente. Además, revela una falta de conocimiento de la complejidad de este problema: la desinformación a gran escala.


Argentina: La UNLA lanzó el Centro MacBride para investigar y reflexionar sobre el campo de las comunicaciones


Por otro orden mundial de la información

Fernando Buen Abad Domínguez, Víctor Hugo Morales, la rectora Ana Jaramillo, Graciana Peñafort y Martín García, en la presentación del centro.

Argentina: La UNLA lanzó el Centro MacBride para investigar y reflexionar sobre el campo de las comunicaciones


ARGENTINA… VILTIPOCO10000: JUNIO 04 DE 2016…

xGastón Godoy
Página 12

Con cursos de formación, proyectos de investigación y actividades de difusión, el Centro Sean MacBride se propone intervenir críticamente en los problemas sociales y políticos relacionados con la comunicación y la información.

La Universidad Nacional de Lanús (UNLa) creó el Centro para la información y comunicación Sean MacBride, que se propone como espacio de referencia para la producción de documentos y reflexiones sobre las problemáticas referidas a las comunicaciones, a partir de la recuperación y el aggiornamento de los postulados del “Nuevo orden mundial de la información y comunicación”. El nuevo centro se propone intervenir críticamente en los problemas sociales, políticos y de soberanía relacionados con la comunicación, con el objetivo de no retroceder en las conquistas logradas en los últimos años.

“Entre sus actividades, el centro realizará proyectos de investigación, cursos de formación dirigidos a profesionales, actividades de divulgación, asesoramiento y cooperación con respecto a la incorporación de contenidos específicos en materias de comunicación en carreras de grado y posgrado. Además de actividades tendientes a favorecer la ética en la comunicación y en la libertad de expresión, entendida como derecho de los pueblos”, contó a Página/12 el director del centro, el filósofo y escritor mexicano Fernando Buen Abad Domínguez.

El informe MacBride fue impulsado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y publicado por la Unesco en 1980; su propósito fue visibilizar la desigualdad informativa, que dominaba entonces y sigue dominando hoy en el mundo. El informe brega por un “equilibrio mundial” de la información y la comunicación. Su impulsor fue Sean MacBride, un franco-irlandés que presidió la comisión internacional que elaboró el estudio, titulado formalmente “Un solo mundo, voces múltiples”, que incluyó una serie de bases y propuestas para alcanzar un Nuevo orden mundial de la información y comunicación.

“Lo que evaluó el informe MacBride tiene hoy más vigencia que nunca. Porque las condiciones que lo vieron nacer se han complejizado”, opinó el director del centro. Buen Abad dijo que el informe fue un diagnóstico y un pronóstico sobre lo que pasaba en ese momento y los tiempos que se avecinaban, cuando el proceso monopólico de los medios se veía venir –ya desde los años 50– como una amenaza para la libre expresión de los pueblos. Para el filósofo, se produjo un proceso de “secuestro” de la comunicación e información por parte de los medios monopólicos y oligopólicos, que las utilizaron como mercancía en su interés particular.

Desde la UNLa se proponen ahora realizar un “segundo informe MacBride”, que contemple a las nuevas tecnologías. “Necesitamos una actualización jurídica y política del derecho a estar informados”, señaló Buen Abad. Y ejemplificó esto con las leyes de medios que se sancionaron en los últimos años en Argentina, Venezuela y Ecuador. “Hay que desmonopolizar y democratizar, tanto las herramientas como los discursos”. El centro MacBride busca generar informes didácticos, mapas sobre medios y observatorios populares. La clave, consideró su director, es multiplicar las voces: “Más radios, más televisoras, más todo…”. Y propuso cinco puntos nodales para repensar una transformación en América Latina:

- Plataformas jurídico políticas comunicacionales, para que los avances no puedan ser anulados por gobiernos que añoran pocas voces.

- Auditoría de gastos en comunicación: América latina mueve en concepto de industrias culturales 124 mil millones de dólares, mientras que el mundo entero mueve 250 mil millones, según un informe de la Unesco del año pasado. “Deberíamos desarrollar un impuesto al movimiento financiero de estas industrias –planteó Buen Abad–. Si no, es como dejarles sacar el petróleo o agua de nuestras tierras y no cobrar tarifas.”

- Descolonización tecnológica, para construir soberanía desde la producción de tecnologías para la comunicación.

- Emancipar la semántica: “Hay que descolonizar el pensamiento y empezar a pensar de manera latinoamericana.”

- Independencia epistemológica: “En toda la región se enseñan modelos de comunicación mercantiles, con predominio del funcionalista americano o el estructuralista europeo. Necesitamos nuestro propio proyecto epistemológico latinoamericano”.

Escenario regional
Fernando Buen Abad Domínguez advirtió que en Argentina ya “hubo retrocesos con Mauricio Macri” como presidente en la legislación sobre medios. “La Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual fue desarticulada. Hoy no hay auditoria sobre qué se está haciendo; y deberíamos poder saber.” Remarcó que se está dando un problema a nivel continental, con medios de comunicación tan poderosos que pueden hacer tambalear gobiernos, como sucede con Dilma Rousseff en Brasil.

Para el caso argentino, Buen Abad reclamó que se “abra el 33 por ciento (del espectro radioeléctrico que les corresponde a los medios sin fines de lucro), eso va a multiplicar las voces. Hay un debe con los medios alternativos, porque quedaron en proceso de consolidar sus trámites”, dijo, y sostuvo que hay mucho por resolver, sobre qué proyecto de desarrollo comunicacional va a promover la Argentina. “Las leyes que se han sancionado en Latinoamérica son una expresión de la voluntad de los pueblos y deben respetarse,"

Fuente:





Viltipoco10000
Opinión y Contrainformación Omaguaca

Medios: La guerra de la información



Medios: La guerra de la información




La información y la desinformación se han utilizado siempre como armas para someter voluntades y conquistar conciencias. En la lucha secular entre dominadores y dominados, explotadores y explotados, la batalla por las ideas forma parte integral de la efectuada con las armas de la violencia física. Esto es lo que se llama también "guerra de la información". En el frente material se utilizan tanques, aviones, armas químicas y nucleares, etc.. En el espiritual se aplican toda una serie de armas psicológicas, esto es, lo que se denomina violencia simbólica o psicológica. Las guerras del siglo XX constituyen ejemplos de estos tipos de violencia utilizada contra los pueblos y todo tipo de movimientos emancipadores.

Como se sabe, siempre ha habido rebeliones de los esclavos, siempre las habrá mientras dure la sumisión y esclavitud de los muchos desposeídos por los pocos poseedores. Las voces de éstos proclaman a los cuatro vientos que la emancipación es una utopía imposible. Las de los explotados, en cambio, afirman que la autodeterminación de sus vidas es una utopía imposibilitada, pero posible. Y esto es lo que están demostrando los movimientos emancipadores de América Latina, por donde vuelve a cabalgar de nuevo la utopía socialista.

La Revolución Bolivariana se ha convertido hoy en el campo de batalla de lo que los padres del socialismo llamaron la lucha de clases. Mucho se ha escrito ya sobre la violencia desatada en todos los medios contra el triunfo electoral del candidato socialista Nicolás Maduro el 14 de abril. La lucha sigue y seguirá. El comportamiento de Capriles y de quienes lo aúpan recuerda el golpe del fascismo español contra la victoria de la república de 1936 que condujo a la terrible guerra civil y a todo el dolor que todavía dura. Quienes hasta ahora han disfrutado del poder sobre las vidas de los demás no van a renunciar voluntariamente a sus privilegios. Tampoco van a ceder los explotados en su afán por mejorar sus condiciones de vida material y espiritual.

Por lo que se ve, los enemigos jurados de la Revolución Bolivariana, tanto los internos como los externos, utilizan los métodos y las técnicas de los fascismos europeos, reforzados ahora con las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. La estrategia es la misma, mantener el dominio, impedir que el pueblo venezolano organice su convivencia para acceder a su autodeterminación material y espiritual, a su emancipación, a su libertad.

Ese es el objetivo. Para tal fin se requiere el empleo de la violencia. Los fascismos europeos la aplicaron en las circunstancias sobradamente conocidas. Los actos violentos realizados por sus epígonos venezolanos han vuelto a traer a la memoria aquellos comportamiento antihumanos. Aquí, en España, los tenemos aún bien presentes. Sí, los asesinatos de dirigentes y activistas chavistas, los asedios, acosos, incendios de locales, etc. se han practicado durante el día de las elecciones y después. Incluso se ha atacado y destruido centros de salud, sin excluir de estos ataques a los médicos que atienden gratuitamente la salud popular. Porque para el capitalismo, en cambio, la salud debe ser un negocio lucrativo privado que engorde los bolsillos de los pocos.

Mas el recurso a la violencia física está mal visto y, además, es costoso. Estéticamente es preferible mantener el dominio, y el negocio, mediante la violencia psicológica. El capitalismo necesita la dominación psicológica del individuo y la manipulación de su conciencia. Así logra que se identifique con sus valores. Mientras la gente acepte su sistema social no es menester someterla con policías, tanques ni ejércitos. La manera más efectiva de ocultar, esto es, de invisibilizar los actos de violencia psicológica y física de un sistema social que genera angustias, incertidumbre por el futuro, precariedad en el empleo, discriminación de todo tipo, etc., es crear un discurso que mantenga el miedo y haga creer a la población sometida que no hay otra alternativa que la resignación. Es decir, el discurso de la mentira y del engaño.

Hay que intoxicar mucho las mentes para admitir que la guerra es una acción humanitaria, que la destrucción de vidas y haciendas, el envenenamiento de tierras y aguas con uranio empobrecido y enriquecido, el empleo de napalm, agentes químicos, bombas “margarita”, llamadas así porque arrasan una milla cuadrada sin dejar siquiera hierba, y tantas otras armas de destrucción masiva aplicadas por los EE UU y la OTAN contra las poblaciones de Japón, Vietnam, Yugoslavia, Afganistán, Iraq, Libia, etc., son instrumentos de la libertad y la democracia. O para aterrorizar a la propia población con las constantes advertencias de inminentes atentados terroristas.

El control de la comunicación y de la información contribuye a legitimar el poder político de la clase propietaria. El orden cultural no es independiente del económico. Se envuelve en la bandera nacional, proclama su devoción a la patria. Pero su patriotismo se mide por hectáreas. Se es tanto más patriota cuantas más hectáreas de patria se posean, Por eso se desprecia a los que carecen de ellas, campesinos pobres, pueblos aborígenes, etc.

Ese pequeño grupo poseedor está perdiendo su poder y su dominio económico y espiritual, su oligopolio de los medios de información y comunicación. De ahí los ataques a los medios comunitarios, ampliadores de conocimiento, de visibilidad, de conciencia, de voluntad democrática, de autodeterminación. Recuérdense, por ejemplo, los bombardeos nortemericanos a las emisoras de radio y televisión yugoslavas, iraquíes, libias, etc. para impedir que sus poblaciones accedieran a otras informaciones y a otras imágenes de la guerra que no fueran las suyas. Y ahora, los ataques a los medios electrónicos, los hakeos a las instituciones, lo que empieza a denominarse guerra electrónica. Así es como practican su tan cacareada libertad de expresión.

Para llevar a cabo esta guerra de la información el imperialismo ha creado toda una serie de organismos dedicados a producir informaciones falsas que contribuyan a facilitarse su dominio tanto dentro como fuera del propio Estado. Ahí están, por ejemplo la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), que abastece de noticias a los medios de difusión latinoamericanos (y españoles, como El País), la OSI (Oficina de Influencia Estratégica, por sis siglas en inglés), dependiente del Pentágono, o la USIA (Agencia de Información Estadounidense), sin mencionar las de la propia CIA. Su objetivo es construir, a nivel planetario, el soporte cultural de la globalización económica del capitalismo. Una forma más de obtener el consenso, la uniformidad en la información contra la Revolución Bolivariana. Aparte, claro está, de la coincidencia en sus intereses económicos.

Tenemos así un régimen totalitario de comunicación e información que aspira a su seguridad y fortalecimiento, a justificar sus fechorías en función de sus intereses de beneficio privado y no en función del bien común de los pueblos. A eso que llaman “intereses nacionales”, concepto tan semejante al Lebensraum (espacio vital) de los nazis. Las pautas de esta comunicación totalitaria las marcaron Hitler y Goebbels. No en vano los norteamericanos se llevaron a la práctica totalidad de los funcionarios de su Ministerio de Propaganda e Ilustración Popular a los Estados Unidos y los pusieron a su servicio.

Las técnicas de esta comunicación totalitaria son muy numerosas, entre ellas, cabe mencionar la mentira, la tergiversación, el uso perverso del lenguaje, el miedo, la sospecha, la censura, la represión académica, la simplificación, la selección, el silenciamiento, etc. Todas ellas componentes de la manipulación, esto es, la intervención consciente en los contenidos y formas de la comunicación en función de los intereses privados de sus propietarios. Aquí sólo haremos una breve referencia a la mentira, la selección y el silenciamiento. Esto es, a las más directamente relacionadas con la ampliación o reducción del conocimiento y de la ignorancia, con la ilustración y con el ocultamiento, con la visibilidad e invisibilidad del dominio. La mendacidad se ha convertido en el estilo de vida del globalizado tardocapitalismo. Con mentiras empezó la guerra hispano-estadounidense, la II Guerra Mundial, la de Vietnam, la del Golfo, la de Yugoslavia, la de Libia, etc. Su gran mentira estriba en la ocultación de que en la sociedad de libre mercado, como se define el capitalismo, existen intereses contrapuestos, antagónicos, entre ricos y pobres. Que los intereses nacionales y la seguridad de Occidente no se ven amenazados por los desarrapados campesinos de Afganistán ni los depauperados indígenas den América Latina. Sino que se trata más bien de los intereses de las grandes compañías transnacionales. Ignorar la historia del genocidio de las poblaciones indígenas, de la esclavitud de los negros por los terratenientes blancos, de la explotación de los pobres por los ricos, equivale a quedar desarmado ante las mentiras que propagan los detentadores del poder. Hay que recordar que la población de los Estados Unidos es una de las mas ignorantes del mundo, a pesar de sus excelentes universidades para ricos.

La información es, por su naturaleza, selectiva. De ahí que la selección sea obligada, pero no neutral. En lo que se denomina sociedad de libre mercado se selecciona, como es lógico, lo que se cree que se va a vender mejor y a más gente. Esto es, se produce información con valor de cambio y no con arreglo a valores de uso, de beneficio común. Mas, con la propiedad de los medios, la minoría propietaria tiene también el poder de definir la realidad para los muchos, de decirles lo que pasa, lo que es bueno y malo, lo que hay que hacer y no hacer, cómo hacerlo, etc. Este poder de fijar el programa social de cualquier comunidad es la clave del control social. Lord Nordcliffe, dueño de uno de los consorcios más poderosos de periódicos de principios de siglo XX lo explicaba así: "Dios enseñó a los hombres la lectura para que yo pueda decirles a quién deben amar, a quién deben odiar y lo que deben pensar."

El sencillo método de manipular comunicando tan sólo lo que a uno le conviene implica, claro está, el de silenciar lo que no conviene. Cuando la verdad no responde a los intereses del capital no se trata de mentir, sino de no decir la verdad. Este método es más difícil de ver para los lectores, oyentes y telespectadores. Se informa de modo selectivo, pero creíble. sobre fenómenos, detalles, sin explicar la esencia del sistema, sin contexto.

Esta técnica del silenciamiento, tan empleada en las dictaduras, se mantiene vigente en las llamadas democracias, aunque de vez en cuando ocurran filtraciones, generalmente interesadas, que llegan al público. Pero siempre hay temas tabú que ningún medio ni periodista aborde sin riesgo de perder su existencia. Basta con retirarle la publicidad comercial al medio y despedir al periodista.

Esta clase propietaria y sus corifeos quieren hacernos creer que su oposición a los gobiernos y movimientos revolucionarios se debe a que éstos no disponen de medios de oposición o no han adoptado el modo occidental (financiado) de elecciones. Cosa que ya no pueden afirmar tras el triunfo de la izquierda en Venezuela, Ecuador, Bolivia o Nicaragua. Olvidan, u ocultan, que la libertad de expresión corre pareja con la conquista de otras libertades, que es producto de la lucha de clase, la lucha por la seguridad social, el empleo, el derecho a la educación y a la asistencia sanitaria gratuita, etc.

Es fácil entender, pues, que el objetivo de la información y desinformación que se produce en torno a Venezuela oculta, invisibiliza, más que ilustra, visibiliza. Se pretende así, adormecer las conciencias, sustraerlas al pensamiento crítico. El adocenamiento es una medida de protección. Que se sepa, ningún medio de comunicación antibolivariano ha dicho hasta ahora que el malestar de millones de personas depende del escandaloso bienestar de unos cuantos multimillonarios.

La tarea bolivariana, en cambio, estriba en hacer conscientes a los ciudadanos de que se emancipen de los poderes dominantes en la economía y en la cultura, de que tomen conciencia de la necesidad de producir una comunicación basada esencialmente, no en el valor de cambio capitalista, sino en el valor de uso socialista, esto es, una comunicación cualitativa, que parta del receptor, de sus intereses y necesidades. En suma, aplicar criterios de rentabilidad social y no sólo criterios de rentabilidad financiera.

Semejante comunicación cognitiva es necesaria para el conocimiento y dominio del medio ambiente, esto es, de la sociedad en que se vive, a fin de ser dueños y no víctimas de ella. Pues, como se sabe, el conocimiento estimula la acción, el deseo de cambio a mejor, quien ha comprendido, cambia. “La ignorancia jamás ha ayudado todavía a nadie”, decía K. Marx en 1846. Convertir los medios en fabrica de pensamiento en vez de fábrica de sueños, en actividad en vez de accionismo, en creeatividad en vez de imitación.

¿Qué averiguamos cuando sabemos que determinadas condiciones no permiten el desarrollo del ser humano? ¿Qué tenemos con saber que la producción de noticias está enajenada, el transporte tecnocratizado, el consumo manipulado? Descubrir las relaciones de los procesos de comunicación con otros procesos económicos, de dominio, no significa, por lo pronto, más que hacer comprensibles nuevas relaciones y así sucesivamente. La sociedad que oculta el conocimiento y genera alienación es un caldo de cultivo para la violencia. Si el capitalismo es la cultura de la violencia y la muerte, el socialismo es la cultura de la paz y la vida. De ahí que una manera de combatir su violencia estribe en exponer verazmente las artimañas de dirección y perversión con que este régimen seduce al público, esto es, al pueblo. Esa es la tarea titánica que espera a los medios de comunicación comunitarios que aguarda a los revolucionarios bolivarianos. Porque “Felicidad es el conocimiento de la realidad para dominarla”, decía el biólogo Faustino Cordón.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


Opinión: El analfabetismo digital


Opinión: El analfabetismo digital


xMaría Cristina Rosas*
ALAI, América Latina en Movimiento
2012-08-14

En décadas recientes, el desarrollo de las llamadas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) ha permeado a todos los sectores de la sociedad, propiciando diferencias marcadas entre países, generaciones, géneros, niveles socioeconómicos, educativos, etcétera en relación a las habilidades y al uso de las mismas. En este marco se habla entonces de una brecha digital (digital divide), misma que cuantifica la diferencia existente entre países, sectores y personas que tienen acceso a los instrumentos y herramientas de la información –y la capacidad de utilizarlos- y aquellos que no lo tienen. De ahí que la brecha digital sea considerada como el grado o nivel de masificación de las TICs entre países o en el interior de los mismos.

“Si se prefiere una percepción conceptual un poco más amplia e incluyente, puede definirse [a la brecha digital] como la distancia “tecnológica” entre individuos, familias, empresas y áreas geográficas en sus oportunidades en el acceso a la información y a las tecnologías de la comunicación y en el uso de Internet para un amplio rango de actividades. Esa brecha digital se produce entre países y en el interior de las naciones. Dentro de ellos, se encuentran brechas regionales, entre segmentos socioeconómicos de la población y entre los sectores de actividad económica”.1

Por lo tanto, la brecha digital no es solo una manifestación del conflicto Norte-Sur, como tampoco es un problema que aqueje exclusivamente a los países de menor desarrollo. Asimismo, no hay una sino diversas brechas digitales, sea por razones de infraestructura, conocimientos, educación, políticas tecnológicas, etcétera, dentro de los países. Por lo tanto y para comenzar, se puede hablar de dos brechas digitales. La primera y más evidente, es la que subsiste entre países desarrollados y en desarrollo. Las estadísticas existentes sobre el número de usuarios de Internet a nivel mundial, dan fe de la distancia que existe entre unos y otros. Así, se sabe que en el mundo, hacia enero de 2011 había más de 2 mil millones de usuarios de Internet en el planeta, cifra que sigue creciendo de manera exponencial –esta cantidad, sin embargo, refiere de manera implícita que hay alrededor de 5 mil millones de seres humanos que no usan Internet. Existen, asimismo, 32 países que cuentan con más de 10 millones de usuarios cada uno.

Los 10 países con más usuarios tienen en conjunto unos mil 200 millones de usuarios en total, lo que equivale al 65% de todos los internautas del mundo. Asimismo, los 20 países con más usuarios tienen mil 470 millones de internautas o bien, el 82% del total mundial. India es el cuarto país con más usuarios en Internet, pero apenas el 6.9% de las personas en ese país tienen acceso a una conexión. La República Popular China (RP China) es el país con mayor población conectada con casi el doble de usuarios que Estados Unidos. Sin embargo, el territorio chino alberga a más de mil 300 millones de personas, frente a 300 millones que constituyen la población estadounidense.

A propósito de la RP China y Estados Unidos, estos dos países tienen, sumados, la mayor cantidad de usuarios de Internet que los 15 países que les siguen en la lista. Ahora bien: una cosa es el acceso a Internet y otra la penetración, concepto éste último, referido al impacto social/comunitario que tiene la conectividad. Por ejemplo, en los países anglosajones mucho se ha enfatizado la importancia de que las personas, en lo individual, tengan acceso y conectividad. En otras naciones, en cambio, se busca garantizar que éstas lleguen al mayor número posible de usuarios sin que ello demande, necesariamente, que en lo individual, cada persona posea en su casa o lugar de trabajo, una computadora y/o conexión a la red. La penetración se relaciona con la accesibilidad –por ejemplo, que el costo de conexión esté al alcance de los bolsillos de la mayor cantidad posible de personas– y con la infraestructura adecuada. Por ello no debe sorprender que la penetración sea mayor en los países desarrollados donde las políticas digitales imperantes favorecen que Internet esté al alcance de un gran número de personas, a la vez que se ha desarrollado la infraestructura que garantiza la conectividad. Por el contrario, la penetración de Internet en los países en desarrollo es baja, porque la red no está al alcance de una parte importante de la población, como tampoco hay directrices claras en materia de políticas digitales, amén de que la infraestructura es inadecuada y escasa.

En este sentido, según la Internet World Stats en su informe del 31 de diciembre de 2011, la más alta penetración de Internet tiene lugar en América del Norte –que en este caso solo incluye a Estados Unidos y Canadá –con 78.6% de su población; seguida de Oceanía/Australia –con 67.5%–; y Europa –con 61.3%. En contraste, Asia, el continente más poblado del orbe posee una penetración de apenas el 26.2%. En América Latina y el Caribe, la penetración asciende a 39.5%. Y, como era de esperar, África presenta la cifra más baja sobre el particular, con solo 13.5%. La media mundial es de 32.7%, por lo que tanto África como Asia están por debajo de ella.2 Asimismo, a pesar de que las naciones latinoamericanas y caribeñas en promedio se encuentran por encima de la media mundial, lo cierto es que México tiene una penetración estimada en 30.7%, lo que significa que está lejos de la media latinoamericana y a 8.8 puntos porcentuales del promedio en el planeta.3

Algo que llama profundamente la atención en el caso latinoamericano y caribeño es que no son los países más grandes (i. e. México o Brasil), quienes presentan los más altos niveles de penetración. Argentina, Chile y Uruguay, naciones con 41, 16 y 3 millones de habitantes respectivamente, tienen un nivel de penetración de Internet de 67, 59.2 y 56.1% respectivamente, que es el más alto de la región.4

Pero, ¿qué hay de la otra brecha digital doméstica o interna? Esta brecha es importante, dado que se produce prácticamente en todos los países del mundo y un análisis más detallado revela situaciones no del todo comprensibles, incluso en naciones consideradas como las más avanzadas. Como muestra figura la Unión Europea –aun cuando la Europa comunitaria, en sentido estricto, no es un solo país–, donde un promedio del 26% de la población en 2010, afirmaba nunca haber usado Internet. Por supuesto que hay profundas disparidades entre países, como se observa en el cuadro anexo, destacando por ejemplo la situación de Rumania, Bulgaria, Grecia y Chipre, países que rondan o superan el 50% de personas en esa situación. Ello contrasta con Suecia, donde solamente el 7% de la población no se define como internauta –lo que, en otras palabras significa que el 93% sí lo es.5

¿Qué factores explican la existencia de la brecha digital doméstica o interna? A grandes rasgos “ esta brecha es, en la mayoría de los casos, la resultante de otras brechas preexistentes en la sociedad, las que al actuar sobre la introducción de las nuevas tecnologías, la consolidan. Como ha indicado recientemente un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (…) la brecha digital doméstica es, en esencia, un subproducto de las brechas socioeconómicas existentes en el país [de que se trate]. De hecho, la tecnología digital en sí no es responsable de la brecha digital. Los principales factores que la causan son el nivel de ingreso y su distribución, así como la dotación de la infraestructura de comunicaciones y el nivel de educación”.6

Cabe destacar que la primera vez que se empleó el concepto de brecha digital fue en la década de los 80 en Estados Unidos, por parte del entonces Subsecretario de Comercio de ese país, Clarence “Larry” Irving, a propósito de lo que él refería como la diferencia entre personas y regiones en términos de su acceso a las TICs considerando la densidad telefónica y las computadoras. 7 Ya para la década de los 90 hay una mención cada vez más frecuente al desafío de la brecha digital en documentos oficiales de la Unión Americana, en reconocimiento a que este problema se acentuaba en determinados sectores económicos, sociales y en lugares específicos de ese país.8

Brecha digital y analfabetismo digital

La brecha digital, sea entre países o en el interior de ellos, tiene diversas manifestaciones, una de las cuales es justamente el analfabetismo digital. Este concepto sugiere la existencia de una nueva problemática, distinta de aquella que se refería a la incapacidad de las personas para leer y/o escribir.

En el momento actual, la comunicación no solo fluye a través del lenguaje escrito, por lo que el concepto de alfabetización se ha modificado dramáticamente. Por lo tanto, aun cuando muchas personas pueden leer y/o escribir sin mayores dificultades, resulta que esas habilidades son insuficientes para acceder a la red de comunicación/información que emana de las nuevas tecnologías.

Siguiendo con este razonamiento, el analfabeta digital es el individuo que desarrolla sus actividades personales, educativas y profesionales sin vincularse con tecnologías o medios digitales, limitando sus acciones y/o quehaceres a recursos tradicionales y concretos, principalmente relacionados con la lectura y escritura, centrados en el empleo del lápiz y el papel. Este concepto es novedoso porque remite a un enorme desafío, en particular para los países en desarrollo, que además de lidiar con el analfabetismo tradicional, ahora deben enfrentarse a una situación en la que, pese a contar con recursos humanos que poseen un cierto nivel educativo, no son capaces de insertarse plenamente en el mundo del siglo XXI.

Así las cosas, los especialistas identifican tres grupos de personas en función de la relación que mantienen con las TICs: los llamados nativos digitales; los migrantes digitales; y, los analfabetas digitales. Un primer criterio para delimitar la frontera entre cada uno de estos grupos es, naturalmente, la edad. Así, a grandes rasgos, los nativos digitales son personas que nacieron a partir de 1995, y cuyas edades, en consecuencia, no rebasan en estos momentos los 20 años.

Los migrantes digitales, por su parte, nacieron a principios de la década de los 60 y no rebasan los 55 años de edad. Se les considera migrantes porque si bien han sido testigos del vertiginoso desarrollo de las TICs y de su impacto en la vida diaria y profesional en años recientes, la educación y formación de estas personas se desarrolló con métodos más “tradicionales.” En este sentido, los migrantes digitales emplean computadoras, tablets, laptops, netbooks, iPods, iPads, etcétera, pero subutilizan estos gadgets en términos de las tareas múltiples que se pueden realizar. Los teléfonos móviles los emplean sobre todo para hacer llamadas y eventualmente toman fotos con ellos. Son los principales usuarios de los wikis, donde satisfacen muchas de sus necesidades de información. Su presencia en las redes sociales obedece a la curiosidad, a que se percibe que “hay que estar”, o a presiones de los más jóvenes en el hogar –“¡ay papá! ¿cómo es posible que no estés en el Face?”.

Los analfabetas digitales, a grandes rasgos tienen 55 o más años de edad; aprenden y/o se informan sobre todo a través de libros/revistas/diarios impresos; no emplean gadgets; suelen comunicarse a través de la telefonía fija; si necesitan información o requieren hacer uso de las TICs por cualquier razón, se apoyan en los migrantes digitales o en los nativos digitales para ello; y desconocen las redes sociales. Cuando requieren información de cualquier tipo, usan fuentes impresas, por ejemplo, enciclopedias.

Ciertamente hay excepciones en los patrones de conducta ante las TICs, en los grupos de edades anteriormente referidos. Por ejemplo, existen muchas personas que tienen 55 o más años de edad y que se mueven como peces en el agua en la red. Otro tanto se puede decir de los llamados migrantes digitales, quienes aprenden a usar las TICs y las incorporan a sus vidas cotidianas y a sus actividades laborales. También hay jóvenes que a pesar de tener la edad para ser considerados nativos digitales, no incursionan en la red ni emplean las TICs por diversas razones. Con todo, hay realidades que no se pueden negar.

“Los estudiantes de hoy no solo han cambiado de manera incremental respecto a los del pasado; no solo cambiaron su jerga, ropa, atuendos corporales, o estilos, como ha ocurrido en generaciones previas. Se ha producido realmente una gran discontinuidad. Incluso se le podría denominar ‘singularidad’ –para referirse a un acontecimiento que cambia las cosas de manera tan fundamental, que no hay posibilidad de retroceder. Esta ‘singularidad’ es el arribo y rápida divulgación de la tecnología digital en las últimas décadas del siglo XX. “Los estudiantes de hoy (…) representan la primera generación que crece con esta nueva tecnología. Han pasado la totalidad de sus vidas rodeados o usando computadoras, juegos de video, reproductores de música digital, cámaras de video, teléfonos celulares, y todos los demás juguetes de la era digital. Hoy en promedio, los graduados del college habrán pasado menos de 5 mil horas de sus vidas leyendo, pero cuentan con cerca de 10 mil horas jugando con video juegos [o navegando] (sin dejar de lado las 20 mil horas que pasan viendo la televisión)”.9

Así, la llamada generación X se topa con la generación N (por la “N” de Net o “red”), también denominada generación D (o “digital”), misma que, como explica Prensky, es una generación de “nativos” que hablan el mismo idioma de las computadoras, los video juegos e Internet. La analogía con un idioma es apropiada: en el mundo existen las lenguas “maternas” o “nativas” y las demás. En general, la lengua nativa o materna es fluida, se le maneja con soltura, facilidad y la comunicación es dinámica con otros “nativos.” En cambio, las lenguas “aprendidas”, salvo excepciones, no se dominan de la misma forma y es frecuente la aparición de “barreras” que impiden su completa comprensión.

La palabra “migrante” remite igualmente al desafío que enfrentan los no “nativos.” Aquí también es válida otra analogía. En la mayoría de los países, el disfrute de derechos es algo privativo de los “nativos”, mientras que los “migrantes” deben acostumbrarse a ser ciudadanos “de segunda.” En el mundo de las TICs ocurre algo semejante.

“La importancia de la distinción [entre nativo y migrante digital es esta: a medida que los migrantes digitales aprenden –como todos los migrantes, algunos mejor que otros– a adaptarse a su ambiente, siempre retienen, hasta cierto punto, su “acento”, es decir, su pie en el pasado. El “acento del migrante digital” puede verse en cosas como recurrir a Internet para hacerse de información de segunda mano en vez de primera, o en la lectura del manual para usar un programa en lugar de asumir que el programa mismo nos enseñará cómo usarlo. Los adultos de hoy “socializaron” de manera distinta que sus hijos, y ahora están en el proceso de aprender un nuevo idioma. Y cuando se aprende una lengua en etapas más tardías de la vida nos dicen los científicos que eso se almacena en otro lugar del cerebro”.10

Así, los desencuentros entre los nativos digitales y los migrantes digitales se manifiestan en el hogar, en el trabajo, en la escuela, etcétera. Los primeros acusan a los segundos de ser lentos y de reaccionar tardíamente a los acontecimientos. Los migrantes digitales, por su parte, advierten que las TICs son medios, no fines en sí mismos, y que los nativos digitales solo las emplean para divertirse, y no necesariamente como instrumentos para favorecer el aprendizaje o mejorar la productividad. Y a este debate hay que sumar la problemática de los analfabetas digitales.

Del mundo 1. 0 al 2. 0

En cualquier caso y pese a las dificultades descritas, los migrantes digitales eventualmente logran comunicarse y hacerse entender ante los nativos digitales. Por lo tanto, uno de los mayores desafíos lo constituye el grupo de los analfabetas digitales, los cuales pueden tener ese estatus básicamente por dos razones: por decisión propia decidieron excluirse del mundo de las TICs –a este grupo se le denomina el de los analfabetas 2.0–; o bien no tienen la oportunidad de aprender a comunicarse formalmente con su entorno y/o el resto del mundo a través de las tecnologías de la información y la comunicación básicamente por un problema de accesibilidad, sea material –por ejemplo, falta de infraestructura/ disponibilidad– o por falta de calificación/ conocimiento.

Así, el analfabetismo digital es otra manifestación particularmente grave de la exclusión social, dado que acentúa la brecha intergeneracional, evitando que los más jóvenes se beneficien de la experiencia y la sabiduría de las generaciones que les precedieron, pero además porque fomenta desencuentros entre los miembros de las sociedades en un mundo que, en general, tiende a envejecer. Considerando el dinamismo que caracteriza a las TICs, este es un problema de la mayor importancia que demanda una reconfiguración de las políticas educativas y digitales de parte de los países.

Considerando estos desafíos, es pertinente caracterizar al alfabetizado digital, dado que, conociendo los rasgos que lo definen, se podrían acuñar políticas públicas encaminadas a superar el analfabetismo digital, e incluso el tradicional que aqueja a millones de seres humanos en todo el mundo. Así, se considera que una persona es alfabetizada digital si: a) es capaz de operar una computadora personal (PC) o su equivalente, incluyendo el encendido y apagado, al igual que el manejo de sus periféricos asociados –i. e. impresora, escáner, multifuncional, cámara, usb, etcétera–; b) puede emplear software esencial, por ejemplo, de productividad, que incluya procesador de texto, manejo de presentaciones y/u hoja de cálculo; y c) cuenta con información elemental en torno a las TICs, incluyendo conceptos como software libre, de pago, “aldea global”, personajes como William Gates, Steve Jobs y Mark Zuckerberg. Ciertamente hay niveles/grados de alfabetización digital, si bien la importancia de este concepto estriba en que no basta con saber usar el hardware y el software, sino que se trata de incorporar estas herramientas a los ámbitos educativo, laboral, profesional, etcétera. De otro modo se estaría desarrollando una suerte de analfabetismo digital funcional. En otras palabras: los nativos digitales que operan con singular destreza los gadgets de novedad, no necesariamente son alfabetizados digitales, o lo son de una manera rudimentaria, puesto que para la gran mayoría de ellos, un teléfono inteligente, una cámara digital, un iPad u otra novedad tecnológica tienen aplicaciones de carácter lúdico. Es muy posible que empleen software, pero éste se destina mayoritariamente al entretenimiento, no tanto a la productividad ni para fines educativos.

Esta situación se explica también, por el dominio del sector privado sobre la red. El despunte de Internet se produjo justamente en momentos en que el Estado, en todo el mundo, vivía profundas transformaciones que derivaron en su adelgazamiento, de manera que sus atributos tradicionales se modificaron, y su capacidad gestora sobre la economía y las políticas tecnológicas y educativas decreció. En consecuencia, el Estado bulímico creó las condiciones para que las grandes empresas transnacionales de las TICs pudieran operar a sus anchas, influyendo de manera determinante en la gobernabilidad de la red, e, inclusive, en las políticas digitales de los gobiernos.11

Por lo tanto, las políticas educativas y digitales de los Estados deben competir con las estrategias de mercadotecnia de las grandes transnacionales de las TICs, las que están al tanto de que los nativos digitales, muchos de ellos niños y adolescentes, cada vez pasan menos tiempo frente a los medios de comunicación “convencionales”, y más delante de las pantallas de computadoras y/u otros juguetes tecnológicos, por lo que dirigen a este novel público sus esfuerzos en materia de comunicación y promoción comercial.

En este sentido, las grandes transnacionales de las TICs asumen que los nativos digitales –hoy niños y adolescentes– cuando crezcan y tengan edad para trabajar y ganar dinero, muy probablemente consumirán productos y servicios de esos consorcios. Se trata, por lo tanto, del fomento, desde el ámbito comercial –y teniendo como finalidad exclusiva el lucro– de generaciones digitales que consumirán diversos productos en los mercados reales y virtuales. No queda claro, sin embargo, cómo estas nuevas generaciones N o D contribuirán al progreso social en sus respectivas comunidades. Por lo tanto, el escenario descrito hace más urgente que los Estados cuenten con políticas digitales que permitan un cabal aprovechamiento de las TICs en beneficio del desarrollo y la educación de sus sociedades.

El analfabetismo digital en México

A principios de 2010, una encuesta efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señalaba que el 20% de las familias mexicanas son analfabetas digitales. La encuesta del INEGI refiere que en muchos casos los hogares no poseen una computadora, no porque no puedan adquirirla, sino porque desconocen su funcionamiento y utilidad. Asimismo, en el sondeo se identificó que también hay familias que poseen una computadora pero no con acceso a Internet por con-siderar que no tienen necesidad de acceder a la red.12

Un poco después, en un foro efectuado en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en noviembre del mismo año en torno a la relación entre los derechos humanos y las TICs, se dio a conocer que más de la mitad de la población adulta en México es analfabeta digital.13

Uno de los problemas que se desprende de las dos noticias referidas es que no parece existir una metodología clara para medir el analfabetismo digital en México. Por ejemplo: que una familia no tenga computadora en el hogar –con o sin acceso a la red–, no convierte a sus integrantes de manera automática en analfabetas digitales, dado que el uso de computadoras –y/o el acceso a la red– puede producirse en el trabajo, en la escuela, en la biblioteca, o en un cibercafé.

Lo que sí es cierto es que México padece un severo rezago tecnológico que se combina con una ausencia de políticas públicas apropiadas en los terrenos de la educación, la ciencia y en materia de digitalización. Baste mencionar que se estima que 81 millones de mexicanos cuentan con un teléfono celular. Sin embargo, solo el 1% de ellos (800 mil personas) tienen el servicio 3G.14

Otro dato a ponderar es el número de usuarios de banda ancha en el país, que equivale al 13.8% de los internautas, cifra muy por debajo de otros países latinoamericanos como Chile (con 26% de usuarios) y Argentina (19%). Parte del problema es que las empresas que ofrecen conectividad en el país proveen velocidades de 84 megabits por segundo para bajar información y 22 megabits para subirla, mientras que ya en muchos lugares del mundo se cuenta con la tecnología 4G que permita navegar a velocidades de 300 megabits para descargar y 80 megabits para subir.15 De hecho, en muchos países del mundo se tiene programado el acceso a banda ancha a nivel nacional y a toda la población en los siguientes tres o cuatro años, mientras que en México no se ha logrado siquiera que el sector educativo tenga este servicio –se estima que en el momento actual solo el 12% de las escuelas públicas del país cuentan con banda ancha.

La población mexicana ciertamente consume tecnologías de la información y la comunicación, pero no siempre por necesidades profesionales y/o educativas. Así, los bienes y los servicios de las TICs que el mundo considera más ligados a la productividad, al desarrollo económico y a la competitividad de los países, como son el acceso a Internet y el uso de computadoras, muestran una penetración baja en las escuelas, los hogares y las micros, pequeñas y medianas empresas en México. Diversos estudios sugieren que un incremento moderado en la penetración de la banda ancha, por ejemplo, de 10%, contribuiría con 2.8% al producto interno bruto (PIB) de México.16

Algunos de los desafíos descritos se intenta que sean enfrentados con la nueva agenda digital nacional que el gobierno mexicano dio a conocer en abril de 2011. Dicha agenda, en la que participaron representantes del sector gubernamental, académico, empresarial, investigadores y especialistas convencidos de que las TICs son un factor clave del desarrollo en donde la capacidad creativa de México tiene mucho que aportar a la sociedad del conocimiento, se propone como objetivo central que cada rincón de México tenga conectividad a través del espectro radioeléctrico y la banda ancha.17

La citada agenda cubre aspectos muy importantes como el desarrollo de políticas públicas que fomenten las TICs; el apoyo a la industria para que las emplee mediante, por ejemplo, estímulos fiscales; el acceso y la protección de los usuarios, defendiendo su privacidad; construir un gobierno electrónico; fomentar la competitividad en el sector de las telecomunicaciones, etcétera. Sin embargo, la ejecución de esta ambiciosa agenda se encuentra fragmentada, dado que no existe un órgano que asuma su cabal puesta en marcha y seguimiento –tarea que, presumiblemente, debería haber recaído en la Secretaría de Educación Pública, o, como ocurre en otros países, en un ministerio especializado, investido con atribuciones al más alto nivel de las estructuras gubernamentales. 18 Esfuerzos como el de proclamar a Guadalajara como la primera ciudad digital del país, son loables pero aislados y corren el peligro de colapsar antes de que puedan siquiera ponerse en marcha las primeras iniciativas a su amparo.19

El virtual Presidente electo de México hasta el momento de escribir estas líneas Enrique Peña Nieto, dio a conocer a la largo de su campaña, una agenda digital que se propone, a grandes rasgos, dos objetivos fundamentales: cerrar la brecha de mercado para desarrollar un sector de telecomunicaciones competitivo y dinámico, y cerrar la brecha del acceso y la apropiación de las TICs para que toda la población pueda beneficiarse de ellas. En su propuesta, Peña Nieto destaca la problemática del limitado acceso y disponibilidad de la banda ancha en el país; el bajo número de usuarios de Internet que hay en México; la alta incidencia de analfabetismo digital y la propuesta de crear la Universidad Digital Nacional para enfrentar este desafío; y la creación de un gobierno y una economía digitales.20 Cabe destacar que los otros tres candidatos a la presidencia también explicaron con relativa amplitud las características de las políticas digitales que desarrollarían en el caso de llegar a la presidencia, lo cual denota la importancia que tiene el tema.21

Sin embargo, las propuestas distan mucho de ser planteamientos encaminados a crear una política digital de Estado. Ni siquiera la candidata Josefina Vázquez Mota hace mención, en su propuesta, de la agenda digital que en abril de 2011 puso en marcha la administración del presidente Felipe Calderón –pese a que ambos pertenecen al mismo partido político–, situación que además de grotesca pone de nuevo en la mesa el debate acerca de las políticas de gobierno, susceptibles de cambiar en cuanto arriba una nueva administración, con la consecuente falta de continuidad y desperdicio de recursos materiales y humanos que ello entraña –y claro, la importancia de acuñar políticas de Estado.
Entonces: ¿cómo debería ser la política digital en México?

Para comenzar, debería ser una política de Estado pensada en beneficio del desarrollo y la prosperidad de la sociedad mexicana. Debe consolidarse en el largo plazo, pero con el cumplimiento de metas en el corto y mediano plazos. Dicho esto, la política digital tendría que incluir medidas encaminadas a favorecer:

La conectividad y el acceso. Para ello se requiere mejorar la infraestructura, la cual demandará importantes inversiones. Asimismo, será importante garantizar el mantenimiento y mejora de la misma, lo que de manera automática remite al costo del acceso. En México el costo de acceso a la red es uno de los factores que explica, al menos en parte, la brecha digital e, inclusive, el analfabetismo digital hasta cierto punto. Confrontan los intereses de un mercado de las telecomunicaciones dominado por intereses con la necesidad de que las autoridades reduzcan la brecha digital en aras del interés público y del progreso social.

Información confiable. Como se ha visto a lo largo de la presente reflexión, mucho se dice y escribe sobre la brecha y el analfabetismo digital, y las discrepancias en los datos y cifras que documentan una y otro son importantes. En este sentido, es menester generar metodologías de consenso que permitan una cabal medición de los problemas, ya que solo a partir de ahí será posible contar con el diagnóstico preciso que permita vislumbrar las políticas más adecuadas en la materia.

La alfabetización digital. Al fenómeno del analfabetismo en México –7.6% de las personas mayores de 15 años no saben leer ni escribir–, y del analfabetismo funcional 22 –que aqueja a 10 millones de personas que no concluyeron la educación primaria, y otros 17 millones que no culminaron la educación secundaria–, hay que sumar el analfabetismo digital, que para ser resuelto, requiere cambios sustanciales en las políticas educativas del país. Instalar computadoras y conexiones a Internet en las escuelas le hará un escaso favor a la alfabetización digital, dado que, como se explicaba en líneas precedentes, las TICs son herramientas, cuya utilidad estriba en que a través de las políticas y estrategias adecuadas, se les emplee para que, por ejemplo, mejore la educación y la profesionalización de las personas. Pero la computadora per se, no cumplirá esta función. Se puede debatir ampliamente, por ejemplo, el sentido de dotar a los 500 diputados –que ya van de salida, por cierto– a partir de febrero de 2011, de un iPad, que, a todas luces, ha tenido un efecto marginal en la mejora y/o profesionalización del trabajo legislativo.

Crear políticas encaminadas a fomentar el desarrollo de empresas de tecnologías de la información y la comunicación en la región. En este rubro, México, al igual que gran parte de los países latinoamericanos y caribeños, no son generadores sino consumidores de productos de las TICs, lo que de una u otra forma favorece el ensanchamiento de la brecha digital. Baste mencionar, por ejemplo, que el costo de una computadora sumado al del sistema operativo (por ejemplo Windows XP, Vista, 7 o el 8, próximo a aparecer) más el del Office y del antivirus elevan muchísimo el precio, por lo que, al igual que se hace en diversos países del mundo, se podría estimular el uso y creación de software libre –en las universidades–, es decir, sistemas operativos por los cuales no se necesitan pagar licencias por su uso. Lo mismo aplica para la creación de hardware.

Participar activamente en los foros regionales e Internacionales en que se debate el presente y el futuro de la gobernabilidad en Internet. Como ya se explicó, Internet es un ambiente dominado por intereses privados, donde los gobiernos luchan permanentemente por hacer valer su autoridad. Google, por ejemplo, advierte que uno de los riesgos de la “intrusión” de los gobiernos en la red, es que se pierda la interoperatividad. Sin embargo, es claro que las políticas digitales de los países no pueden ser dictadas exclusivamente por intereses privados cuya principal motivación es el lucro y el dominio de los mercados

Notas

1 ALADI (30 de julio de 2003), La brecha digital y sus repercusiones en los países miembros de la ALADI, Montevideo, Secretaría General, p. 13.

2 Véase Internet World Stats (31 December 2011), “Internet Usage Statistics. The Internet Big Picture”, disponible en http://www.internetworldstats.com/stats.htm

3 Octavio Islas (13 de febrero de 2012), “Internet en cifras”, en El Universal, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/articulos/69075.html

4 Brasil, el país más poblado de la región, se ubica en 39% por el nivel de penetración de Internet en su sociedad. Véase Internet World Stats, Op. cit., disponible en http://www.internetworldstats.com/stats10.htm

5 Gobierno de España-Ministerio de Educación/Instituto de Tecnologías Educativas (mayo de 2011), Indicadores y datos de las tecnologías de la información y la comunicación en la educación en Europa y España, Madrid, ITE, p. 5.

6 ALADI (30 de julio de 2003), Op. cit, p. 14.

7 Baquía (19 de abril de 2002), “Estados Unidos se olvida de cerrar la brecha digital”, disponible en http://www.baquia.com/posts/estados-unidos-se-olvida-de-cerrar-la-brecha-digital

8 Rosa Lidia Vega-Almeida (abril-septiembre 2007), “Brecha digital: un problema multidimensional de la sociedad emergente”, disponible en Inclusao Social, v. 2, no. 2, p. 102.

9 Marc Prensky (2011), “Digital natives, digital immigrants”, en Mark Bauerlein (Editor), The Digital Divide. Arguments for and against Facebook, Google, Texting, and the Age of Social Networking, New York, Jeremy P. Tarcher/Penguin, pp. 3-4.

10 Marc Prensku, Op. cit., p. 5.

11 Para analizar la gobernabilidad en Internet véase María Cristina Rosas (15 de agosto de 2011), “Gobernabilidad e Internet (primera parte)”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=8758&pag=3; y de la misma autora (23 de septiembre de 2011), “Gobernabilidad e Internet (segunda parte)”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=9242

12 Angelina Mejía Guerrero (8 de febrero de 2010), “Analfabetas digitales, 20 % de las familias mexicanas, revela estudio de INEGI”, en El Universal, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/finanzas/77197.html

13 Universia (21/11/2010), “Más de la mitad de la población mexicana es analfabeta digital”, disponible en http://noticias.universia.net.mx/en-portada/noticia/2010/11/25/754672/mas-mitadpoblacion-mexicana-es-analfabeta-digital.html

14 Luis Apperti (1012-03-12), “En México crece el analfabetismo digital”, en Milenio, disponible en http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9127782

15 Ibidem.

16 Publimetro (30-07-2009), “México… atrapado por el analfabetismo digital”, disponible en http://www.publimetro.com.mx/noticias/mexico-atrapado-por-el-analfabetismo-digital/pigD!bvSO88F7zBB4mJXcisO@xA/

17 Véase Ernesto Piedras (6 de abril de 2011), “Agenda Digital Nacional”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=7289

18 Véase Carlos Ramírez (11 de abril de 2011), “Posmodernidad sin modernidad”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=7347

19 Véase María Cristina Rosas (15 de marzo de 2012), “Guadalajara y las ciudades digitales en el mundo real”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/art iculo.php?articulo=11930&pag=2

20 Véase Enrique Peña Nieto (31/05/2012), “Un país incluyente y competitivo: hacia la agenda digital por un México conectado”, en Política digital, disponible en http://www.politicadigital.com.mx/?P=leernoticia&Article=21447&c=9

21 Véase Andrés Manuel López Obrador (31/05/2012), “Agenda digital para el buen vivir”, en Política digital; Josefina Vázquez Mota (31/05/2012), “México 2. 0. Del eGobierno a Gobierno 2. 0”, en Política digital; y Gabriel Quadri de la Torre (31/05/2102), “Una agenda digital para México”, en Política digital, todos ellos disponibles en http://www.politicadigital.com.mx/?P=leernota&Article=21449&c=9.

22 La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) define como “analfabeta funcional” a la persona mayor de 15 años que aun cuando sepa leer y escribir no terminó al menos 4 años de educación básica.

*María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México

etcétera, 13 de agosto, 2012