Opinión: El analfabetismo digital
xMaría Cristina Rosas*
ALAI, América Latina en Movimiento
2012-08-14
En décadas recientes, el desarrollo de las llamadas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) ha permeado a todos los sectores de la sociedad, propiciando diferencias marcadas entre países, generaciones, géneros, niveles socioeconómicos, educativos, etcétera en relación a las habilidades y al uso de las mismas. En este marco se habla entonces de una brecha digital (digital divide), misma que cuantifica la diferencia existente entre países, sectores y personas que tienen acceso a los instrumentos y herramientas de la información –y la capacidad de utilizarlos- y aquellos que no lo tienen. De ahí que la brecha digital sea considerada como el grado o nivel de masificación de las TICs entre países o en el interior de los mismos.
“Si se prefiere una percepción conceptual un poco más amplia e incluyente, puede definirse [a la brecha digital] como la distancia “tecnológica” entre individuos, familias, empresas y áreas geográficas en sus oportunidades en el acceso a la información y a las tecnologías de la comunicación y en el uso de Internet para un amplio rango de actividades. Esa brecha digital se produce entre países y en el interior de las naciones. Dentro de ellos, se encuentran brechas regionales, entre segmentos socioeconómicos de la población y entre los sectores de actividad económica”.1
Por lo tanto, la brecha digital no es solo una manifestación del conflicto Norte-Sur, como tampoco es un problema que aqueje exclusivamente a los países de menor desarrollo. Asimismo, no hay una sino diversas brechas digitales, sea por razones de infraestructura, conocimientos, educación, políticas tecnológicas, etcétera, dentro de los países. Por lo tanto y para comenzar, se puede hablar de dos brechas digitales. La primera y más evidente, es la que subsiste entre países desarrollados y en desarrollo. Las estadísticas existentes sobre el número de usuarios de Internet a nivel mundial, dan fe de la distancia que existe entre unos y otros. Así, se sabe que en el mundo, hacia enero de 2011 había más de 2 mil millones de usuarios de Internet en el planeta, cifra que sigue creciendo de manera exponencial –esta cantidad, sin embargo, refiere de manera implícita que hay alrededor de 5 mil millones de seres humanos que no usan Internet. Existen, asimismo, 32 países que cuentan con más de 10 millones de usuarios cada uno.
Los 10 países con más usuarios tienen en conjunto unos mil 200 millones de usuarios en total, lo que equivale al 65% de todos los internautas del mundo. Asimismo, los 20 países con más usuarios tienen mil 470 millones de internautas o bien, el 82% del total mundial. India es el cuarto país con más usuarios en Internet, pero apenas el 6.9% de las personas en ese país tienen acceso a una conexión. La República Popular China (RP China) es el país con mayor población conectada con casi el doble de usuarios que Estados Unidos. Sin embargo, el territorio chino alberga a más de mil 300 millones de personas, frente a 300 millones que constituyen la población estadounidense.
A propósito de la RP China y Estados Unidos, estos dos países tienen, sumados, la mayor cantidad de usuarios de Internet que los 15 países que les siguen en la lista. Ahora bien: una cosa es el acceso a Internet y otra la penetración, concepto éste último, referido al impacto social/comunitario que tiene la conectividad. Por ejemplo, en los países anglosajones mucho se ha enfatizado la importancia de que las personas, en lo individual, tengan acceso y conectividad. En otras naciones, en cambio, se busca garantizar que éstas lleguen al mayor número posible de usuarios sin que ello demande, necesariamente, que en lo individual, cada persona posea en su casa o lugar de trabajo, una computadora y/o conexión a la red. La penetración se relaciona con la accesibilidad –por ejemplo, que el costo de conexión esté al alcance de los bolsillos de la mayor cantidad posible de personas– y con la infraestructura adecuada. Por ello no debe sorprender que la penetración sea mayor en los países desarrollados donde las políticas digitales imperantes favorecen que Internet esté al alcance de un gran número de personas, a la vez que se ha desarrollado la infraestructura que garantiza la conectividad. Por el contrario, la penetración de Internet en los países en desarrollo es baja, porque la red no está al alcance de una parte importante de la población, como tampoco hay directrices claras en materia de políticas digitales, amén de que la infraestructura es inadecuada y escasa.
En este sentido, según la Internet World Stats en su informe del 31 de diciembre de 2011, la más alta penetración de Internet tiene lugar en América del Norte –que en este caso solo incluye a Estados Unidos y Canadá –con 78.6% de su población; seguida de Oceanía/Australia –con 67.5%–; y Europa –con 61.3%. En contraste, Asia, el continente más poblado del orbe posee una penetración de apenas el 26.2%. En América Latina y el Caribe, la penetración asciende a 39.5%. Y, como era de esperar, África presenta la cifra más baja sobre el particular, con solo 13.5%. La media mundial es de 32.7%, por lo que tanto África como Asia están por debajo de ella.2 Asimismo, a pesar de que las naciones latinoamericanas y caribeñas en promedio se encuentran por encima de la media mundial, lo cierto es que México tiene una penetración estimada en 30.7%, lo que significa que está lejos de la media latinoamericana y a 8.8 puntos porcentuales del promedio en el planeta.3
Algo que llama profundamente la atención en el caso latinoamericano y caribeño es que no son los países más grandes (i. e. México o Brasil), quienes presentan los más altos niveles de penetración. Argentina, Chile y Uruguay, naciones con 41, 16 y 3 millones de habitantes respectivamente, tienen un nivel de penetración de Internet de 67, 59.2 y 56.1% respectivamente, que es el más alto de la región.4
Pero, ¿qué hay de la otra brecha digital doméstica o interna? Esta brecha es importante, dado que se produce prácticamente en todos los países del mundo y un análisis más detallado revela situaciones no del todo comprensibles, incluso en naciones consideradas como las más avanzadas. Como muestra figura la Unión Europea –aun cuando la Europa comunitaria, en sentido estricto, no es un solo país–, donde un promedio del 26% de la población en 2010, afirmaba nunca haber usado Internet. Por supuesto que hay profundas disparidades entre países, como se observa en el cuadro anexo, destacando por ejemplo la situación de Rumania, Bulgaria, Grecia y Chipre, países que rondan o superan el 50% de personas en esa situación. Ello contrasta con Suecia, donde solamente el 7% de la población no se define como internauta –lo que, en otras palabras significa que el 93% sí lo es.5
¿Qué factores explican la existencia de la brecha digital doméstica o interna? A grandes rasgos “ esta brecha es, en la mayoría de los casos, la resultante de otras brechas preexistentes en la sociedad, las que al actuar sobre la introducción de las nuevas tecnologías, la consolidan. Como ha indicado recientemente un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (…) la brecha digital doméstica es, en esencia, un subproducto de las brechas socioeconómicas existentes en el país [de que se trate]. De hecho, la tecnología digital en sí no es responsable de la brecha digital. Los principales factores que la causan son el nivel de ingreso y su distribución, así como la dotación de la infraestructura de comunicaciones y el nivel de educación”.6
Cabe destacar que la primera vez que se empleó el concepto de brecha digital fue en la década de los 80 en Estados Unidos, por parte del entonces Subsecretario de Comercio de ese país, Clarence “Larry” Irving, a propósito de lo que él refería como la diferencia entre personas y regiones en términos de su acceso a las TICs considerando la densidad telefónica y las computadoras. 7 Ya para la década de los 90 hay una mención cada vez más frecuente al desafío de la brecha digital en documentos oficiales de la Unión Americana, en reconocimiento a que este problema se acentuaba en determinados sectores económicos, sociales y en lugares específicos de ese país.8
Brecha digital y analfabetismo digital
La brecha digital, sea entre países o en el interior de ellos, tiene diversas manifestaciones, una de las cuales es justamente el analfabetismo digital. Este concepto sugiere la existencia de una nueva problemática, distinta de aquella que se refería a la incapacidad de las personas para leer y/o escribir.
En el momento actual, la comunicación no solo fluye a través del lenguaje escrito, por lo que el concepto de alfabetización se ha modificado dramáticamente. Por lo tanto, aun cuando muchas personas pueden leer y/o escribir sin mayores dificultades, resulta que esas habilidades son insuficientes para acceder a la red de comunicación/información que emana de las nuevas tecnologías.
Siguiendo con este razonamiento, el analfabeta digital es el individuo que desarrolla sus actividades personales, educativas y profesionales sin vincularse con tecnologías o medios digitales, limitando sus acciones y/o quehaceres a recursos tradicionales y concretos, principalmente relacionados con la lectura y escritura, centrados en el empleo del lápiz y el papel. Este concepto es novedoso porque remite a un enorme desafío, en particular para los países en desarrollo, que además de lidiar con el analfabetismo tradicional, ahora deben enfrentarse a una situación en la que, pese a contar con recursos humanos que poseen un cierto nivel educativo, no son capaces de insertarse plenamente en el mundo del siglo XXI.
Así las cosas, los especialistas identifican tres grupos de personas en función de la relación que mantienen con las TICs: los llamados nativos digitales; los migrantes digitales; y, los analfabetas digitales. Un primer criterio para delimitar la frontera entre cada uno de estos grupos es, naturalmente, la edad. Así, a grandes rasgos, los nativos digitales son personas que nacieron a partir de 1995, y cuyas edades, en consecuencia, no rebasan en estos momentos los 20 años.
Los migrantes digitales, por su parte, nacieron a principios de la década de los 60 y no rebasan los 55 años de edad. Se les considera migrantes porque si bien han sido testigos del vertiginoso desarrollo de las TICs y de su impacto en la vida diaria y profesional en años recientes, la educación y formación de estas personas se desarrolló con métodos más “tradicionales.” En este sentido, los migrantes digitales emplean computadoras, tablets, laptops, netbooks, iPods, iPads, etcétera, pero subutilizan estos gadgets en términos de las tareas múltiples que se pueden realizar. Los teléfonos móviles los emplean sobre todo para hacer llamadas y eventualmente toman fotos con ellos. Son los principales usuarios de los wikis, donde satisfacen muchas de sus necesidades de información. Su presencia en las redes sociales obedece a la curiosidad, a que se percibe que “hay que estar”, o a presiones de los más jóvenes en el hogar –“¡ay papá! ¿cómo es posible que no estés en el Face?”.
Los analfabetas digitales, a grandes rasgos tienen 55 o más años de edad; aprenden y/o se informan sobre todo a través de libros/revistas/diarios impresos; no emplean gadgets; suelen comunicarse a través de la telefonía fija; si necesitan información o requieren hacer uso de las TICs por cualquier razón, se apoyan en los migrantes digitales o en los nativos digitales para ello; y desconocen las redes sociales. Cuando requieren información de cualquier tipo, usan fuentes impresas, por ejemplo, enciclopedias.
Ciertamente hay excepciones en los patrones de conducta ante las TICs, en los grupos de edades anteriormente referidos. Por ejemplo, existen muchas personas que tienen 55 o más años de edad y que se mueven como peces en el agua en la red. Otro tanto se puede decir de los llamados migrantes digitales, quienes aprenden a usar las TICs y las incorporan a sus vidas cotidianas y a sus actividades laborales. También hay jóvenes que a pesar de tener la edad para ser considerados nativos digitales, no incursionan en la red ni emplean las TICs por diversas razones. Con todo, hay realidades que no se pueden negar.
“Los estudiantes de hoy no solo han cambiado de manera incremental respecto a los del pasado; no solo cambiaron su jerga, ropa, atuendos corporales, o estilos, como ha ocurrido en generaciones previas. Se ha producido realmente una gran discontinuidad. Incluso se le podría denominar ‘singularidad’ –para referirse a un acontecimiento que cambia las cosas de manera tan fundamental, que no hay posibilidad de retroceder. Esta ‘singularidad’ es el arribo y rápida divulgación de la tecnología digital en las últimas décadas del siglo XX. “Los estudiantes de hoy (…) representan la primera generación que crece con esta nueva tecnología. Han pasado la totalidad de sus vidas rodeados o usando computadoras, juegos de video, reproductores de música digital, cámaras de video, teléfonos celulares, y todos los demás juguetes de la era digital. Hoy en promedio, los graduados del college habrán pasado menos de 5 mil horas de sus vidas leyendo, pero cuentan con cerca de 10 mil horas jugando con video juegos [o navegando] (sin dejar de lado las 20 mil horas que pasan viendo la televisión)”.9
Así, la llamada generación X se topa con la generación N (por la “N” de Net o “red”), también denominada generación D (o “digital”), misma que, como explica Prensky, es una generación de “nativos” que hablan el mismo idioma de las computadoras, los video juegos e Internet. La analogía con un idioma es apropiada: en el mundo existen las lenguas “maternas” o “nativas” y las demás. En general, la lengua nativa o materna es fluida, se le maneja con soltura, facilidad y la comunicación es dinámica con otros “nativos.” En cambio, las lenguas “aprendidas”, salvo excepciones, no se dominan de la misma forma y es frecuente la aparición de “barreras” que impiden su completa comprensión.
La palabra “migrante” remite igualmente al desafío que enfrentan los no “nativos.” Aquí también es válida otra analogía. En la mayoría de los países, el disfrute de derechos es algo privativo de los “nativos”, mientras que los “migrantes” deben acostumbrarse a ser ciudadanos “de segunda.” En el mundo de las TICs ocurre algo semejante.
“La importancia de la distinción [entre nativo y migrante digital es esta: a medida que los migrantes digitales aprenden –como todos los migrantes, algunos mejor que otros– a adaptarse a su ambiente, siempre retienen, hasta cierto punto, su “acento”, es decir, su pie en el pasado. El “acento del migrante digital” puede verse en cosas como recurrir a Internet para hacerse de información de segunda mano en vez de primera, o en la lectura del manual para usar un programa en lugar de asumir que el programa mismo nos enseñará cómo usarlo. Los adultos de hoy “socializaron” de manera distinta que sus hijos, y ahora están en el proceso de aprender un nuevo idioma. Y cuando se aprende una lengua en etapas más tardías de la vida nos dicen los científicos que eso se almacena en otro lugar del cerebro”.10
Así, los desencuentros entre los nativos digitales y los migrantes digitales se manifiestan en el hogar, en el trabajo, en la escuela, etcétera. Los primeros acusan a los segundos de ser lentos y de reaccionar tardíamente a los acontecimientos. Los migrantes digitales, por su parte, advierten que las TICs son medios, no fines en sí mismos, y que los nativos digitales solo las emplean para divertirse, y no necesariamente como instrumentos para favorecer el aprendizaje o mejorar la productividad. Y a este debate hay que sumar la problemática de los analfabetas digitales.
Del mundo 1. 0 al 2. 0
En cualquier caso y pese a las dificultades descritas, los migrantes digitales eventualmente logran comunicarse y hacerse entender ante los nativos digitales. Por lo tanto, uno de los mayores desafíos lo constituye el grupo de los analfabetas digitales, los cuales pueden tener ese estatus básicamente por dos razones: por decisión propia decidieron excluirse del mundo de las TICs –a este grupo se le denomina el de los analfabetas 2.0–; o bien no tienen la oportunidad de aprender a comunicarse formalmente con su entorno y/o el resto del mundo a través de las tecnologías de la información y la comunicación básicamente por un problema de accesibilidad, sea material –por ejemplo, falta de infraestructura/ disponibilidad– o por falta de calificación/ conocimiento.
Así, el analfabetismo digital es otra manifestación particularmente grave de la exclusión social, dado que acentúa la brecha intergeneracional, evitando que los más jóvenes se beneficien de la experiencia y la sabiduría de las generaciones que les precedieron, pero además porque fomenta desencuentros entre los miembros de las sociedades en un mundo que, en general, tiende a envejecer. Considerando el dinamismo que caracteriza a las TICs, este es un problema de la mayor importancia que demanda una reconfiguración de las políticas educativas y digitales de parte de los países.
Considerando estos desafíos, es pertinente caracterizar al alfabetizado digital, dado que, conociendo los rasgos que lo definen, se podrían acuñar políticas públicas encaminadas a superar el analfabetismo digital, e incluso el tradicional que aqueja a millones de seres humanos en todo el mundo. Así, se considera que una persona es alfabetizada digital si: a) es capaz de operar una computadora personal (PC) o su equivalente, incluyendo el encendido y apagado, al igual que el manejo de sus periféricos asociados –i. e. impresora, escáner, multifuncional, cámara, usb, etcétera–; b) puede emplear software esencial, por ejemplo, de productividad, que incluya procesador de texto, manejo de presentaciones y/u hoja de cálculo; y c) cuenta con información elemental en torno a las TICs, incluyendo conceptos como software libre, de pago, “aldea global”, personajes como William Gates, Steve Jobs y Mark Zuckerberg. Ciertamente hay niveles/grados de alfabetización digital, si bien la importancia de este concepto estriba en que no basta con saber usar el hardware y el software, sino que se trata de incorporar estas herramientas a los ámbitos educativo, laboral, profesional, etcétera. De otro modo se estaría desarrollando una suerte de analfabetismo digital funcional. En otras palabras: los nativos digitales que operan con singular destreza los gadgets de novedad, no necesariamente son alfabetizados digitales, o lo son de una manera rudimentaria, puesto que para la gran mayoría de ellos, un teléfono inteligente, una cámara digital, un iPad u otra novedad tecnológica tienen aplicaciones de carácter lúdico. Es muy posible que empleen software, pero éste se destina mayoritariamente al entretenimiento, no tanto a la productividad ni para fines educativos.
Esta situación se explica también, por el dominio del sector privado sobre la red. El despunte de Internet se produjo justamente en momentos en que el Estado, en todo el mundo, vivía profundas transformaciones que derivaron en su adelgazamiento, de manera que sus atributos tradicionales se modificaron, y su capacidad gestora sobre la economía y las políticas tecnológicas y educativas decreció. En consecuencia, el Estado bulímico creó las condiciones para que las grandes empresas transnacionales de las TICs pudieran operar a sus anchas, influyendo de manera determinante en la gobernabilidad de la red, e, inclusive, en las políticas digitales de los gobiernos.11
Por lo tanto, las políticas educativas y digitales de los Estados deben competir con las estrategias de mercadotecnia de las grandes transnacionales de las TICs, las que están al tanto de que los nativos digitales, muchos de ellos niños y adolescentes, cada vez pasan menos tiempo frente a los medios de comunicación “convencionales”, y más delante de las pantallas de computadoras y/u otros juguetes tecnológicos, por lo que dirigen a este novel público sus esfuerzos en materia de comunicación y promoción comercial.
En este sentido, las grandes transnacionales de las TICs asumen que los nativos digitales –hoy niños y adolescentes– cuando crezcan y tengan edad para trabajar y ganar dinero, muy probablemente consumirán productos y servicios de esos consorcios. Se trata, por lo tanto, del fomento, desde el ámbito comercial –y teniendo como finalidad exclusiva el lucro– de generaciones digitales que consumirán diversos productos en los mercados reales y virtuales. No queda claro, sin embargo, cómo estas nuevas generaciones N o D contribuirán al progreso social en sus respectivas comunidades. Por lo tanto, el escenario descrito hace más urgente que los Estados cuenten con políticas digitales que permitan un cabal aprovechamiento de las TICs en beneficio del desarrollo y la educación de sus sociedades.
El analfabetismo digital en México
A principios de 2010, una encuesta efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) señalaba que el 20% de las familias mexicanas son analfabetas digitales. La encuesta del INEGI refiere que en muchos casos los hogares no poseen una computadora, no porque no puedan adquirirla, sino porque desconocen su funcionamiento y utilidad. Asimismo, en el sondeo se identificó que también hay familias que poseen una computadora pero no con acceso a Internet por con-siderar que no tienen necesidad de acceder a la red.12
Un poco después, en un foro efectuado en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en noviembre del mismo año en torno a la relación entre los derechos humanos y las TICs, se dio a conocer que más de la mitad de la población adulta en México es analfabeta digital.13
Uno de los problemas que se desprende de las dos noticias referidas es que no parece existir una metodología clara para medir el analfabetismo digital en México. Por ejemplo: que una familia no tenga computadora en el hogar –con o sin acceso a la red–, no convierte a sus integrantes de manera automática en analfabetas digitales, dado que el uso de computadoras –y/o el acceso a la red– puede producirse en el trabajo, en la escuela, en la biblioteca, o en un cibercafé.
Lo que sí es cierto es que México padece un severo rezago tecnológico que se combina con una ausencia de políticas públicas apropiadas en los terrenos de la educación, la ciencia y en materia de digitalización. Baste mencionar que se estima que 81 millones de mexicanos cuentan con un teléfono celular. Sin embargo, solo el 1% de ellos (800 mil personas) tienen el servicio 3G.14
Otro dato a ponderar es el número de usuarios de banda ancha en el país, que equivale al 13.8% de los internautas, cifra muy por debajo de otros países latinoamericanos como Chile (con 26% de usuarios) y Argentina (19%). Parte del problema es que las empresas que ofrecen conectividad en el país proveen velocidades de 84 megabits por segundo para bajar información y 22 megabits para subirla, mientras que ya en muchos lugares del mundo se cuenta con la tecnología 4G que permita navegar a velocidades de 300 megabits para descargar y 80 megabits para subir.15 De hecho, en muchos países del mundo se tiene programado el acceso a banda ancha a nivel nacional y a toda la población en los siguientes tres o cuatro años, mientras que en México no se ha logrado siquiera que el sector educativo tenga este servicio –se estima que en el momento actual solo el 12% de las escuelas públicas del país cuentan con banda ancha.
La población mexicana ciertamente consume tecnologías de la información y la comunicación, pero no siempre por necesidades profesionales y/o educativas. Así, los bienes y los servicios de las TICs que el mundo considera más ligados a la productividad, al desarrollo económico y a la competitividad de los países, como son el acceso a Internet y el uso de computadoras, muestran una penetración baja en las escuelas, los hogares y las micros, pequeñas y medianas empresas en México. Diversos estudios sugieren que un incremento moderado en la penetración de la banda ancha, por ejemplo, de 10%, contribuiría con 2.8% al producto interno bruto (PIB) de México.16
Algunos de los desafíos descritos se intenta que sean enfrentados con la nueva agenda digital nacional que el gobierno mexicano dio a conocer en abril de 2011. Dicha agenda, en la que participaron representantes del sector gubernamental, académico, empresarial, investigadores y especialistas convencidos de que las TICs son un factor clave del desarrollo en donde la capacidad creativa de México tiene mucho que aportar a la sociedad del conocimiento, se propone como objetivo central que cada rincón de México tenga conectividad a través del espectro radioeléctrico y la banda ancha.17
La citada agenda cubre aspectos muy importantes como el desarrollo de políticas públicas que fomenten las TICs; el apoyo a la industria para que las emplee mediante, por ejemplo, estímulos fiscales; el acceso y la protección de los usuarios, defendiendo su privacidad; construir un gobierno electrónico; fomentar la competitividad en el sector de las telecomunicaciones, etcétera. Sin embargo, la ejecución de esta ambiciosa agenda se encuentra fragmentada, dado que no existe un órgano que asuma su cabal puesta en marcha y seguimiento –tarea que, presumiblemente, debería haber recaído en la Secretaría de Educación Pública, o, como ocurre en otros países, en un ministerio especializado, investido con atribuciones al más alto nivel de las estructuras gubernamentales. 18 Esfuerzos como el de proclamar a Guadalajara como la primera ciudad digital del país, son loables pero aislados y corren el peligro de colapsar antes de que puedan siquiera ponerse en marcha las primeras iniciativas a su amparo.19
El virtual Presidente electo de México hasta el momento de escribir estas líneas Enrique Peña Nieto, dio a conocer a la largo de su campaña, una agenda digital que se propone, a grandes rasgos, dos objetivos fundamentales: cerrar la brecha de mercado para desarrollar un sector de telecomunicaciones competitivo y dinámico, y cerrar la brecha del acceso y la apropiación de las TICs para que toda la población pueda beneficiarse de ellas. En su propuesta, Peña Nieto destaca la problemática del limitado acceso y disponibilidad de la banda ancha en el país; el bajo número de usuarios de Internet que hay en México; la alta incidencia de analfabetismo digital y la propuesta de crear la Universidad Digital Nacional para enfrentar este desafío; y la creación de un gobierno y una economía digitales.20 Cabe destacar que los otros tres candidatos a la presidencia también explicaron con relativa amplitud las características de las políticas digitales que desarrollarían en el caso de llegar a la presidencia, lo cual denota la importancia que tiene el tema.21
Sin embargo, las propuestas distan mucho de ser planteamientos encaminados a crear una política digital de Estado. Ni siquiera la candidata Josefina Vázquez Mota hace mención, en su propuesta, de la agenda digital que en abril de 2011 puso en marcha la administración del presidente Felipe Calderón –pese a que ambos pertenecen al mismo partido político–, situación que además de grotesca pone de nuevo en la mesa el debate acerca de las políticas de gobierno, susceptibles de cambiar en cuanto arriba una nueva administración, con la consecuente falta de continuidad y desperdicio de recursos materiales y humanos que ello entraña –y claro, la importancia de acuñar políticas de Estado.
Entonces: ¿cómo debería ser la política digital en México?
Para comenzar, debería ser una política de Estado pensada en beneficio del desarrollo y la prosperidad de la sociedad mexicana. Debe consolidarse en el largo plazo, pero con el cumplimiento de metas en el corto y mediano plazos. Dicho esto, la política digital tendría que incluir medidas encaminadas a favorecer:
La conectividad y el acceso. Para ello se requiere mejorar la infraestructura, la cual demandará importantes inversiones. Asimismo, será importante garantizar el mantenimiento y mejora de la misma, lo que de manera automática remite al costo del acceso. En México el costo de acceso a la red es uno de los factores que explica, al menos en parte, la brecha digital e, inclusive, el analfabetismo digital hasta cierto punto. Confrontan los intereses de un mercado de las telecomunicaciones dominado por intereses con la necesidad de que las autoridades reduzcan la brecha digital en aras del interés público y del progreso social.
Información confiable. Como se ha visto a lo largo de la presente reflexión, mucho se dice y escribe sobre la brecha y el analfabetismo digital, y las discrepancias en los datos y cifras que documentan una y otro son importantes. En este sentido, es menester generar metodologías de consenso que permitan una cabal medición de los problemas, ya que solo a partir de ahí será posible contar con el diagnóstico preciso que permita vislumbrar las políticas más adecuadas en la materia.
La alfabetización digital. Al fenómeno del analfabetismo en México –7.6% de las personas mayores de 15 años no saben leer ni escribir–, y del analfabetismo funcional 22 –que aqueja a 10 millones de personas que no concluyeron la educación primaria, y otros 17 millones que no culminaron la educación secundaria–, hay que sumar el analfabetismo digital, que para ser resuelto, requiere cambios sustanciales en las políticas educativas del país. Instalar computadoras y conexiones a Internet en las escuelas le hará un escaso favor a la alfabetización digital, dado que, como se explicaba en líneas precedentes, las TICs son herramientas, cuya utilidad estriba en que a través de las políticas y estrategias adecuadas, se les emplee para que, por ejemplo, mejore la educación y la profesionalización de las personas. Pero la computadora per se, no cumplirá esta función. Se puede debatir ampliamente, por ejemplo, el sentido de dotar a los 500 diputados –que ya van de salida, por cierto– a partir de febrero de 2011, de un iPad, que, a todas luces, ha tenido un efecto marginal en la mejora y/o profesionalización del trabajo legislativo.
Crear políticas encaminadas a fomentar el desarrollo de empresas de tecnologías de la información y la comunicación en la región. En este rubro, México, al igual que gran parte de los países latinoamericanos y caribeños, no son generadores sino consumidores de productos de las TICs, lo que de una u otra forma favorece el ensanchamiento de la brecha digital. Baste mencionar, por ejemplo, que el costo de una computadora sumado al del sistema operativo (por ejemplo Windows XP, Vista, 7 o el 8, próximo a aparecer) más el del Office y del antivirus elevan muchísimo el precio, por lo que, al igual que se hace en diversos países del mundo, se podría estimular el uso y creación de software libre –en las universidades–, es decir, sistemas operativos por los cuales no se necesitan pagar licencias por su uso. Lo mismo aplica para la creación de hardware.
Participar activamente en los foros regionales e Internacionales en que se debate el presente y el futuro de la gobernabilidad en Internet. Como ya se explicó, Internet es un ambiente dominado por intereses privados, donde los gobiernos luchan permanentemente por hacer valer su autoridad. Google, por ejemplo, advierte que uno de los riesgos de la “intrusión” de los gobiernos en la red, es que se pierda la interoperatividad. Sin embargo, es claro que las políticas digitales de los países no pueden ser dictadas exclusivamente por intereses privados cuya principal motivación es el lucro y el dominio de los mercados
Notas
1 ALADI (30 de julio de 2003), La brecha digital y sus repercusiones en los países miembros de la ALADI, Montevideo, Secretaría General, p. 13.
5 Gobierno de España-Ministerio de Educación/Instituto de Tecnologías Educativas (mayo de 2011), Indicadores y datos de las tecnologías de la información y la comunicación en la educación en Europa y España, Madrid, ITE, p. 5.
6 ALADI (30 de julio de 2003), Op. cit, p. 14.
8 Rosa Lidia Vega-Almeida (abril-septiembre 2007), “Brecha digital: un problema multidimensional de la sociedad emergente”, disponible en Inclusao Social, v. 2, no. 2, p. 102.
9 Marc Prensky (2011), “Digital natives, digital immigrants”, en Mark Bauerlein (Editor), The Digital Divide. Arguments for and against Facebook, Google, Texting, and the Age of Social Networking, New York, Jeremy P. Tarcher/Penguin, pp. 3-4.
10 Marc Prensku, Op. cit., p. 5.
11 Para analizar la gobernabilidad en Internet véase María Cristina Rosas (15 de agosto de 2011), “Gobernabilidad e Internet (primera parte)”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=8758&pag=3; y de la misma autora (23 de septiembre de 2011), “Gobernabilidad e Internet (segunda parte)”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=9242
15 Ibidem.
19 Véase María Cristina Rosas (15 de marzo de 2012), “Guadalajara y las ciudades digitales en el mundo real”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/art iculo.php?articulo=11930&pag=2
21 Véase Andrés Manuel López Obrador (31/05/2012), “Agenda digital para el buen vivir”, en Política digital; Josefina Vázquez Mota (31/05/2012), “México 2. 0. Del eGobierno a Gobierno 2. 0”, en Política digital; y Gabriel Quadri de la Torre (31/05/2102), “Una agenda digital para México”, en Política digital, todos ellos disponibles en http://www.politicadigital.com.mx/?P=leernota&Article=21449&c=9.
22 La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) define como “analfabeta funcional” a la persona mayor de 15 años que aun cuando sepa leer y escribir no terminó al menos 4 años de educación básica.
*María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
etcétera, 13 de agosto, 2012